22 de junio de 2013

Filosofía natural de las vidas paralelas


Lo recuerdo todo como si hubiera sucedido esta misma tarde. Cómo cada uno acostumbraba, se encontraban en el mismo café, apenas a unos cuantos asientos en la barra de distancia. Él y ella se conocieron hace algún tiempo, y a pesar de ello hoy no se saludan. Ahora eso a ninguno de los dos le interesa, pero el no puede dejar de sentir curiosidad cada vez que se la encuentra.

La razón es tan común y aún así es un misterio de la vida. Durante el breve periodo en que se conocieron, en una conversación por lo demás irrelevante, ambos se enteraron que habían nacido el mismo día. Separados por apenas unas horas, sus actas de nacimiento registraban exactamente la misma fecha. Desde ese momento la conexión se volvió tan interesante para él cómo sus diferencias.

Ella era indudablemente bella, sólo había que ver la popularidad de sus fotos en facebook para darse cuenta. El muy probablemente era diferente en este sentido a ella. Ella era artística, visual, cinética: el color, la luz y el movimiento eran sus formas de expresión y su identidad misma. Él era apasionado
de la abstracción, las ideas y las letras. Si un pensamiento era suficientemente complejo cómo para tener dificultades de ponerlo con palabras, seguro le interesaba; no importa lo gris, intangible o simplemente aburrido que este sea. A pesar de estas y otras diferencias, desde los extremos que representaban sus personalidades se extendían sendos puentes que exploraban ingenuamente ésas otras actividades por las que no los conocían. Ella había hecho del deporte parte de su vida. Él lo practicaba cómo medio para alcanzar otros fines. Ambos amaban las lenguas, y aunque habían aprendido exactamente las misma cantidad cómo para ser llamados poliglotas, uno balbuceaba en el idioma que el otro dominaba. Aunque los dos bailaban, lo hacían con ritmos completamente diferentes. Quizás por estas diferencias que terminaban siendo similitudes, es que se encontraban periódicamente en lugares inesperados donde, involuntaria pero irremediablemente, sus destinos coincidían.

Todo esto no sería más que el típico inicio de una historia romántica trillada y primitiva de no ser por ese componente inicial que ahora ambos conocían. Conectados por algo tan improbable cómo el inicio de sus vidas, eran el vivo ejemplo de qué hubiera sido de cada uno de haber cambiado casi en inversa perfecta (aparentemente) todas sus características. Curiosamente, lo increíble era cómo las décadas hasta ahora transcurridas parecían demostrar que su vida sería casi la misma. Aunque la mujer fuera hombre, aunque las matemáticas hubieran cambiado por biología, aunque la natación hubiera sido ballet y el español por el alemán: De todas maneras seguirían ahí, a unos asientos de distancia. Es cierto, la coincidencia es momentánea. Puede que no dure más allá del almuerzo; más allá de los cinco minutos que él aún permanecerá en la barra. De todas maneras llevan ya casi cuatro años siendo de vez en cuando el reflejo andante de sus vidas. Algunas veces los reflejos se saludan, la mayoría por el contrario se ignoran.

Para él, la curiosidad de este extraño suceso que muy probablemente también ronda la cabeza de ella, trae fugazmente más preguntas a la puerta: ¿Que otros parecidos se ocultan detrás de la cubierta? ¿Cuantas personas en el mundo han tenido la misma experiencia? ¿Debería existir una palabra para este involuntario parentezco o él debería simplemente dejar de pensar en melodramas?

Las ideas pasan, quizás brincando de una cabeza a otra, mientras las miradas se evaden con la neutralidad de quien no debe ni teme nada. Por hoy la inquietud del encuentro se ha cansado de ir y venir por la barra, pero antes de desvanecerse lanza una última pregunta descabellada: ¿Cuántas posibilidades hay de que para el próximo cumpleaños haya un furtivo reencuentro para comprobar el estado de sus vidas paralelas? ¿Cuantos meses necesita la geometría del destino para curvar alguna de sus trayectorias? ¿Contra qué fuerzas imprevistas ha luchado (sin aparente victoria) hasta ahora? ¿No valdría la pena conservar esta extraña anomalía del universo y ver qué resulta de estudiarla?

Mientras él se va para atender su siguiente compromiso sin mediar por ello palabra alguna con su involuntaria compañera, la respuesta parece demasiado insignificante para ser elaborada. Quizás en algún lugar el orden cósmico respire tranquilo ahora, pues una vez más su conspiración humana no ha sido puesto en evidencia.

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