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26 de julio de 2013

Soñando despierto con mi futura realidad

Heme aquí de nuevo. A punto de empezar la recta final de esta primera gran parte de mi vida. No sé si es por la creciente inseguridad reciente o por verdadera nostalgia, pero no puedo dejar de mirar hacia atrás. Sin duda me gusta lo que veo. Pero además lo tomo como un experimento: lo primero que recuerde seguro es lo que vale la pena rescatar.

Y es que se dice fácil, pero esto de liberarse no es algo simple de lograr. ¿Qué debería llevarme? ¿Una mujer? ¿Una amiga? ¿Un mundo académico? Creo que mejor las ganas de ir por más. Aunque claro, eso de por si ya lo llevo. La verdadera pregunta es, si así cómo la noche le dará paso al día de pronto pero irremediablemente, ¿qué es lo que estoy dispuesto a conservar si la vida cambia sin avisar?

Recién vi una foto tuya, y aunque no es precisamente algo relacionado, pienso que las experiencias vividas contigo es algo que sí me quiero llevar. No cómo un recuerdo, sino cómo la evidencia de que algo aún sigue vivo. Un enlace de destinos que me impulsa a ir más allá. Quizás sea la entrada en los nuevos horizontes a los que me planteo llegar. Quizás sean los indicios que necesito para no olvidar lo que aprendí contigo y saber cuando lo debo volver a utilizar. Incluso recién agregué Chiara a la lista de nombre que debo vigilar.

2 de junio de 2012

La última noche de Pompeya

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Presto by 4th Movement on Grooveshark
La escena era francamente traicionera: por un lado ella, arropada con fastuosas pero íntimas prendas, se envolvía extasiada en la opulencia de aquel manto exageradamente vasto, solo equiparable con lo pronunciado de su soberbio orgullo. Con franca desdicha asomada su impresionante cuerpo por la amplia y marmórea ventana, como calentando con la mezcla de pliegues de piel armiña y tersa tez apiñonada un paisaje verde, boscoso, irregular y nublado, iluminado apenas por los últimos destellos de un sol mas bien manso.
2698925072_37d90497ea_zNo muy lejos, él ignora la exquisita armonía de su bien merecidos aposento en la segunda planta del que algún día conocerán como el primer y místico eslabón en una sucesión de parlamentos. No hay un solo objeto en toda aquella cámara de maravillas que pueda liberarlos de la absorción en que lo tienen sus prohibidos pensamientos. Sabe que en la próxima colina, aquella a la que se llega por la antigua vereda romana, se encuentra el único cuerpo donde busca depositar sus caricias. Recostada seguramente en el lecho construido por los mas memorables artesanos poseedores de técnicas que el tiempo próximamente volverá secretas. Un tesoro que envolviendo a otro recibió un nombre que jamás se volverá a dar ni a pronunciar mientras existan lenguas.

25 de julio de 2011

La clave de Gaspar.



(CC) saguayo/Flickr



A sus 10 años, Luis era como cualquier niño. Él y su primo Paco iban a una escuela cercana a su casa, pues vivían con su madre en la misma vecindad. Mas esa era de las pocas similitudes que había entre ellos. Por un lado Paco, bien portado y regordete, se apresuraba todos los días para llegar a casa una vez terminada la escuela. Por el contrario Luis, intrépido y tal vez demasiado flaco, prefería pasear un poco en los alrededores de su colonia para "conocer el mundo", como a su abuelo le gustaba decir.

Solía hurgar en los buzones y las puertas entreabiertas, con la esperanza de descubrir algún día el objeto valioso que le revelara la clave secreta que le cambiaría la vida. No sabía muy bien qué forma o color tendría, si tendría muchas partes, si podría llevarlo en el bolsillo o si necesitaría de una bolsa, si sería comestible, si estaría vivo o si se podría vender a otra persona. De todas maneras lo buscaba en cada rincón y esquina, asomándose a lugares donde su mirada no siempre era bienvenida.

Dicen que quien persevera alcanza y el caso del pequeño Luis Méndez no podía ser la excepción. Cierto día al salir de clases pasaba por una vecindad parecida a la suya cuando escuchó un ruido tan fuerte que le hizo detenerse:

26 de abril de 2011

Los beneficios de lo barato

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A la vista de la mayoría de las personas que los conocían, los Coapa eran una familia pobre. No hacían más que comprar cosas baratas. Los niños desde muy chicos lo habían aprendido, las marcas no sirven más que para buscar mejor la imitación que más se le acerque. Pese a ello no eran infelices. Habían aprendido a divertirse con lo que otros niños se sentirían tristes. Sin duda Arturo y Margarita eran niños especiales.

El de ellos era un mundo donde nunca sobra pero siempre se busca que haya suficiente. Donde hay que restringirse para sobrevivir y en el proceso se dominan los vicios. Un medio donde la escasez ayuda a valorar y priorizar, donde pensar en ahorros es pensar en los demás.

Como cualquier ser humano aprendieron las nociones de bueno, malo, peor y regular en los términos de lo que conocían, no en términos absolutos. Para ellos cada producto era como una relación de complicidad con el fabricante. De la misma manera que él tuvo la delicadeza de preocuparse por ellos con un producto a su alcance, los niños alababan cada pequeño detalle comenzando desde el empaque. Se trataba de apreciar los detalles de quien piensa en los que nadie piensa, de hablar el lenguaje sutil de las diferencias, de las carencias.

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12 de abril de 2011

Esos ojos.

perlasNebulosas

Fue tan fácil como sentarse a imaginar. La verdad es que fui demasiado ingenuo, en aquél restaurante paradisíaco en medio del desierto es obvio que ese tipo de cosas tienden a pasar. Sentado en una de las tantas mesitas redondas, entre vegetación y fuentes pequeñas (todo un lujo por aquéllos lugares) fue que quedé atrapado en el misterio de sus ojos negros.

En ese momento fue sencillo comprenderlo. A pesar del burka negro que cubría la mayor parte de su cuerpo, el diminuto hueco que se abría para mostrar sus ojos era toda la oportunidad que necesitaba para comunicar, seducir y protegerse. Era como un francotirador apostado en lo alto de un pasaje rocoso, siempre lista para la emboscada: Dos perlas negras y nebulosas, enmarcadas en un pequeño mar de leche, era como asomarse a un mundo más elevado que de pronto se mostraba interesado de hablar con alguien tan mundano.

Y es que ése era precisamente el efecto que los volvía aún más letales: en cada reojo se clavaban en lo más profundo, cuestionándome de la manera más hipnotizante. ¿Quién era? ¿Qué quería? ¿Me gustaba lo que veía? ¿Por qué me interesaba? Era como estar hablando abiertamente con alguien de quien ni siquiera sabía su nombre. Atractivo al principio, atemorizante luego, al final imborrable.

Luego del primer día caí en la cuenta de lo inocente que había sido.

1 de abril de 2011

Como en el primer día.

happy old manTal vez lo encuentres próximamente o ya lo hiciste sin saberlo. Un viejito que suele subirse al autobús que va directo al centro comercial. Un poco encorvado, casi nada, con la mirada perdida pero una ligera sonrisa dibujada. Siempre intenta ir de pie y durante los primeros cinco minutos lo logra, aunque luego tiene que pedir un lugar para ir sentado. Sus rasgos aunque cansados aún muestra un rostro redondo y en otros tiempos atractivo. Su ropa parece ser la adaptación libre del clásico juvenil: pantalones de mezclilla con tenis y una chamarra café de piel que se volvieron pantalón de mezclilla con zapatos y una chamarra de gabardina.

No lleva bolsas, ni un periódico, ni siquiera una cartera; sin embargo siempre baja frente al centro comercial y se pasea. No mira los aparadores, no le interesan las ofertas, simplemente ve a las demás personas.

honey eyeAlguna vez bajé con él y le pregunté por qué hacía lo que hacía. Me dijo que no hace mucho tiempo allí conoció a una chica tan bonita y agradable que casi instantáneamente se enamoró de ella. Todo le gustaba, su cabello castaño que apenas se ondulaba, la sonrisa de niña tierna que combinaba perfectamente con los ojos miel que cautivaban, las mejillas siempre rosadas, la actitud siempre espontánea. Tanto fue su interés que le pidió a su amigo Ernesto que hiciera lo posible para conocerla. Luego de muchas vueltas y algunos tropiezos el pobre pero leal amigo no logró su cometido, pero al menos pudo averiguar cómo se llamaba. Aquella chica era Angélica.

1 de febrero de 2011

Niños en el hielo.

(CC)  Emile Bremmer/Flickr

Ahí estaba el niño, luchando al mismo tiempo con la soledad abrumadora de ser un huérfano tan pequeño y las dificultades propias de encontrarse en un bosque amplio en pleno invierno. Sólo Dios sabe cuántas cosas pueden pasar en una mente tan absorta que quita a varias noches el deseo del sueño. Los problemas y sus fantasmas se acomodan en las cercanías lanzando al pobre niño burlas y amenazas en la forma de ruiditos, ramitas que ceden al peso de la nieve y huecos en el suelo por la misma cubiertos. No pasa mucho tiempo antes de que el niño se vuelva un manojo de nervios.

Sigue caminando cada vez más tenso, con los ojos clavados en un piso aparentemente inocente que sólo responde a los traicioneros movimientos de su andar inquieto.De pronto siente el suelo bajar casi como la temperatura que poco a poco sigue en descenso. Los árboles escasean, y el tétrico paisaje se vuelve un gélido lago tan amplio que no deja otra opción más que atravesarlo patinando.
(CC)  ☺ Lee J Haywood /Flickr

31 de diciembre de 2010

Propósitos.

(CC) René Ehrhardt/Flickr



Existió en otro tiempo un joven campesino cuyo padre recién fallecido le había heredado poco más que una choza y algunas tierras para labrar. Todas los días se dedicaba de sol a sol a trabajarlas, sin por ello lograr un sustento suficiente. Más aún, una mezcla de heladas y la inexperiencia en los secretos más profundos del campo hicieron que pasaran los años sin que las cosas mejoraran. Por el contrario, sus escasas posesiones comenzaban a desaparecer para conseguir alimento. Desesperado, clamó al cielo por una solución.

Quizo la suerte o el destino que una noche de fin de año la ayuda llegó hasta su puerta. Un hombre acaudalado que viajaba para visitar a un familiar por mucho tiempo olvidado se había perdido en el trayecto. Ahora le pedía asilo para él y su cochero, ya que por la noche su coche podría ser presa fácil de un asalto. El joven, pese a lo precaria de su situacion, lo acogió con las mejores atenciones que conocía.

En la mañana del día siguiente, luego de un modesto pero completo desayuno, el señor conmovido y agradecido por el gesto desinteresado de caridad que el campesino había tenido con él, le ofreció algunos de los regalos que llevaba para su familiar. Además, al ver la prudencia con la que escogió sus presentes a pesar de sus evidentes necesidades, le prometió regresar el último día de cada año para darle más regalos siempre y cuando al momento de su llegada el joven pudiera decirle exactamente qué regalos había recibido el año anterior y lo que había hecho con ellos.

15 de diciembre de 2010

Esa torre de madera.

torreLa noche esta ya bien avanzada, haciendo que tanto las incontables estrellas como las incesantes olas bañen apaciblemente la costa. En medio de aquella mezcla inmensa de luz tenue, agua y arena se puede ver una especie de torre hecha de madera, en cuya cima se encuentra una fogata. Sus llamas alumbran y calientan a un hombre solitario que apaciblemente duerme a su cobijo.

De pronto, sin aviso alguno, la torre cruje y se desploma. El fuego cae y con sus brasas chamusca al náufrago. Aturdido, sorprendido y desorientado el hombre grita, golpea la arena, se agita y al final, agotado por la impotencia y la desesperación, se echa a llorar. Esta no es la primera vez que le sucede. En otras ocasiones su torre se ha desmoronado. A pesar de sus cálculos y correcciones la estructura es siempre inestable y en el momento menos esperado, cae. Lo deja sin luz ni abrigo, a merced de la noche inmensa con la mirada absorta y el cuerpo tembloroso, regresan las sombras...

Lo que el no sabía es que en su afán de enderezar más lo que ya estaba derecho provocaba más derrumbamientos y el constante debilitamiento de los maderos con los que cada vez reconstruía. Eventualmente alguno se vencía y acababa por romperse, sin embargo siempre habría palmeras para cortar nuevos maderos, ¿o no?

1 de noviembre de 2010

Huesuda y blanca, pero nunca fea.

CatrinaLiveAl que llaman Alejandro

por pasarse de preguntón

a la muerte colmó el plato

y se ganó un calentón.

 

“Tú te pasas de indiscreto

ni que fueras periodista.

Por ser disque analista

ya no me tienes respeto.”

 

“Para mí que fue tu orgullo

el que salió mal herido

y además de ofendido,

me quieres hacer chanchullo.”

 

“No te me pases de listo

que sorprendo al que me pise,

no por nada siempre dicen

que soy lo más imprevisto.”

 

Flaca, yo na’ más te digo

que aunque ya esté en mi tumba

con gusto bailo contigo

una rumba de ultratumba.

 

Catrina no se contuvo

y le soltó un guadañazo.

Así el pobre nunca supo

de dónde vino el trancazo.

 

Y es así que por la buenas,

bien flojito y cooperando,

se murió sin una pena,

el pequeño Alejandro.

 

Mientras duraba el velorio

mucha gente fue pasando

a desearle un buen descanso

evitando el purgatorio.

 

Luego entre muchas tumbas

la flaca iba festejando

que aunque pálida y huesuda

otro llevó al camposanto.

 

Pero el necio empedernido

que no era nada bromista

recordó lo prometido

y a bailar sacó a Catrina.

 

Ahora que ya he fallecido

y te encuentro más canija…

¡De tí no me he arrepentido!

¡A tupirle al baile mija!

13 de octubre de 2010

La torre derrocada.

Hace más o menos cien años, en un pueblo perdido en el bajío del país, vivió Joaquín Arango. Afortunado dueño de una mente brillante y carente de suficiente dirección, aprendió de ciencias, artes y oficios más allá de lo conveniente. Como cualquier persona expuesta a esos peligros, pronto entendió la utilidad de ver más allá de lo que otros ven.

Movido por ello, empezó  a convencer a sus vecinos y amigos de la urgente necesidad de construir una torre. Después de todo, el pueblo era asaltado constantemente y necesitaba de un punto alto desde el cual vigilar; además serviría de monumento para las fiestas, decorándola con diferentes motivos según la ocasión. Para él, la torre sería el emblema definitivo de progreso y superación. Mucho más allá de las ilusiones habituales en ese pueblo olvidado y polvoriento, induciría una nueva concepción al pueblo sobre ellos mismos. Dejarían de pensar en cabañas para construir castillos.

Así pues, poco a poco convenció a cada uno de los habitantes del pueblo, desde el optimista constructor hasta el reticente panadero. Organizó a los hombres y comenzó el proyecto. Se excavaron los cimientos, levantaron las columnas y alzaron los muros. Sin embargo, una vez terminada la estructura comenzaron los disturbios. A esas alturas, las herramientas no eran lo único desgastado.

torreLa discordia había sembrado dudas entre los pobladores sobre las verdaderas intenciones de “El Capi” Arango. Desde el inicio de la construcción, Joaquín había acumulado más poder e influencia que el propio alcalde, si algo así es posible en un pueblo tan pequeño. La vida giraba en torno de la edificación, no dejando tiempo para cuidar cultivos o buscar otro sustento. Además, a causa de los elevados costos de una obra tan grande, los salarios eran todo menos completos.

Día tras día se acumulaba el descontento, resultando en jornadas flojas y trabajo mal hecho. Arango había pasado de líder a cautivo. Cada día se debatía entre sus ideales y las objeciones, buscando un punto medio donde calmar los ánimos para seguir construyendo. Durante un tiempo lo logró, más no pudo detener para siempre lo previsto.

Una noche, medio pueblo insatisfecho atacó la torre. Tiraron la puerta y quemaron la escalera que llevaba a la cima. Golpearon las paredes con picos y marros, intentando demoler el fruto injusto de su trabajo. El ruido levantó al resto del pueblo, entre ellos al atónito Joaquín Arango.

Con cada golpe veía caerse el sueño, el esfuerzo se desvanecía y lo perfecto en teoría parecía inútil y endeble en la práctica. La aparente fuerza de la torre, sin sus bases y la gente para construirla, no era nada. Su principal artífice veía desolado como desaparecía la grandeza. Derruida desde las bases por los propios que ayudaron a construirla. En un arrebato de rabia arengó a los pobladores indignados y se abalanzó con ellos hacia los saboteadores.

El siguiente episodio fue propio de un súbito ajuste de cuentas. Los hermanos divididos y derramando sangre. Golpes, gritos, balazos y confusión ante un monumento que los contempla impasible. El pueblo desvaneciéndose en su propio conflicto. Fue una noche imposible de recuperar.

Los pocos sobrevivientes contemplaron horrorizados la pesadilla y decidieron dejar su pueblo atrás. Cavaron fosas alrededor de la torre y depositaron ahí los restos de sus familiares y conocidos. Las lápidas de cada uno se tallaron de las paredes de la torre en una suerte de irónico deceso. Luego partieron. Cerrando la caravana iba un abatido Arango.

Las ruinas sobreviven, pero el proyecto ha muerto. En la tierra que dejo se quedan los sueños y los sacrificios, la torre derrocada es lo único que llevo.

23 de mayo de 2010

En un claro de bosque. (V)

Poco a poco esa luz se acercaba, aumentando en intensidad sus rayos pero también emitiendo pequeños destellos dorados. Pequeñas brisas de viento hacían silbar las hojas de los árboles y un tintineo constante empezaba a convertirse en música. En compases lentos y profundos la melodía creció en volumen y textura. Ya no eran solo campanillas, también eran acordeones, flautas y violines. Pronto se unieron guitarras, panderos, clarinetes y armónicas. La luz se volvía más intensa y los instrumentos no paraban de aumentar. Difícilmente se sabrán los nombres de todos los presentes en ese mar de percusiones, viento y cuerdas.

A pesar de ser tantos y tan distintos, los sonidos se mezclaban perfectamente en una sola melodía abrumadoramente emocional e instrospectiva. La omniorquesta tocaba cada memoria alegre y goce que tenía, devolviéndome no sólo la faceta que en un inicio había dejado, sino también retomando la crónica de aquella noche mágica y perdida. Nota tras nota se concentraban la felicidad y la amargura, la tranquilidad y la angustia, el amor y la desventura, la realización y el fracaso...

3461116582_4cc12d4558_bExtendí la mano como queriendo alcanzar la nada. De inmediato se oscureció todo y al abrir los ojos encontré la causa. Justo bajo mi palma se encontraba el hada dorada.

4161788569_d92289ec88_b Al voltear la palma, ahí estaba: su ropa blanca y brillante, sus alas áureas y delicadas, como halos de luz que emanaban de su espalda. Más misteriosa que cualquier otra, guardaba su identidad tras una máscara. A pesar de su silencio, con su música me hablaba, entendía y contestaba. Era alguien que había superado las limitaciones humanas, llegando con sus sonidos más allá de lo que habrían podido las palabras.

Si había forma de hacerme olvidar todo nuevamente, la pequeña misteriosa que tenía enfrente la había encontrado: me quedé en ese pequeño e iluminado espacio como quien por fin encuentra lo que  había estado buscando. Ritmos y melodías armoniosas que me hacían soñar con una vida rodeado de naturaleza y canto. Ella siempre la artista, yo siempre el público. ¿Sería posible? Parecía no detenerse nunca, emitiendo música con frases y propuestas armónicamente encadenadas.

Me quedé ahí absorto hasta que el verdadero sol comenzaba a salir del horizonte. Poco a poco el cielo fue clareando, haciendo las notas más quedas, la melodía más simple y la luz más baja. No fue sino hasta el último momento que las memorias de las otras hadas convergieron en ella, rodeando su silueta y fundiéndose en un último fulgor dorado que terminó por disolverla. Al primer instante de la mañana, todo lo que tenía en la mano era sólo un poco de polvo de hada.

Caminé al extremo del bosque, voltée a dar una última mirada, suspiré y regresé a la común y corriente vida humana.

En un claro de bosque. (IV)

Un aroma que encandilaba llamaba a seguirlo incondicionalmente, como acariciándome a cada paso que daba. En la amplitud de un bosque nocturno aparentemente vacío, solo un aroma me mantenía unido a ese sueño. Por primera vez vi la luna, y embelesado por ella, no me di cuenta cuando apareció el primer destello rosa.

325914045_17f703d5f5_o La fuente de aquel aroma no era nadie más que una diminuta hada rosada. Tierna, indefensa y coqueta, jugaba con hongos más grandes que ella. Totalmente hipnotizado por la esencia que emanaba, e imaginando qué pasaría, seguí el juego que insinuaba y la toqué. Apenas un roce fue suficiente para entrar en ese éxtasis mágico. Misma sensación, pero esta vez con un aroma rosado y perfumante. Iba a tocarla de nuevo cuando la pequeña huyó de mi dedo. Pensé haberla asustado, pero me seguía sonriendo. Intenté una vez más, pero volvió a esquivarme con un aleteo. En vano intente volver a hacerlo: cada vez que lo hacía una sonrisa me evadía, incapaz de dejar de incitarme de la misma manera que no podía dejar de tener miedo.

4245755581_4b04a0d9dc_b Tal vez fuera por ese miedo suyo que de un momento a otro el aroma cesó. Los destellos rosas desaparecieron y en su lugar aparecieron pequeños puntos de oscuridad. El hada rosa que jugaba y sonreía, creció y se convirtió en un hada negra que con sus ojos cerrados me intrigaba al tiempo que me daba serenidad.

Fue de pronto que empecé a soñar cosas. Veía como amanecía, lograba todas mis metas y de nuevo en casa disfrutaba de una feliz vida. Luego imaginaba largas tardes de abrazos afectos ante un sol que poco a poco se ocultaba. Imaginaba tener riquezas incomparables, el poder sobre naciones y la fama de una leyenda. Mi mente se llenaba de vistosas nubes que me auguraban un buen destino, aunque en el fondo sabía que ninguna de ellas era cierta. A pesar de la sonrisa que me dibujaba soñar todo aquello, mi conciencia recordaba que estaba en un claro de bosque, con un hada negra que era feliz aparentemente de la nada. Cuando quise cuestionarla, más visiones llegaron a mi mente, llegando a tal grado que la realidad, si es que aún había algo de ella, se mezclaba con la ficción en mi cabeza.

450592240_2dbdd74fab_b Asustado por el poder de aquél pequeño ente, me escabullí entre el follaje buscando la salida. Ya no quería saber más sobre hadas y claros. Lo que yo entendía como juego resulto ser un calvario y luego de andar a la deriva sin medir el tiempo, el cansancio me impedía seguir adelante. A lo lejos podía ver una luz intensa, debía de ser el sol anunciando el próximo amanecer en los límites del bosque. A pesar de ello mi fatiga era grande y aunque con quejas tuve que recostarme a descansar… en un claro de bosque.

Apoyado en un tronco y abrigado por unas frondosas ramas, cerré los ojos con la esperanza de que al despertar podría al fin salir de aquel bosque hechizado y lleno de hadas. La luz poderosa atravesaba mis párpados, pero ello en vez de molestarme me daba confianza. Tan cálida y constante, en nada se parecía a los destellos que había estado viendo toda la noche…

O al menos eso creía.

En un claro de bosque. (III)

Al llegar alcancé a ver el rastro dorado que se alejaba, quedándose únicamente el hada morada. De complexión más robusta y con ánimos exagerados, tenía un cofre lleno de lo que parecían ser golosinas. Tomó una, se acercó y con una sonrisa la puso en mi boca. Su sabor era inusual, una mezcla de frutas con azúcar y algo de miel. No había terminado de comerla, cuando ya tenía otra esperando a que abriera la boca. Después de un rato, y a pesar del dulce sabor inicial, el empalago ya era inevitable; sin embargo la hadita parecía no entenderlo. Por más que se le dijera que no, insistía en seguir dando sus dulces, convirtiéndose en una pequeña posesiva cuyo pensamiento no se podía cambiar. De manera un poco dura, logré escaparme de ella, no sin antes tener que destrozar su preciado cofre.

  Corrí sin descanso para evitar encontrar destellos morados. De tanto hacerlo, las gotas de sudor se agolpaban en mi frente, el aliento me faltaba y la sed era insoportable en mi garganta. Afortunadamente llegué una vez más a un claro. En él abundaban los hongos blancos y los destellos azules, creando una atmósfera fresca y relajante en la que una hada alta se paseaba.1817508272_cb9001d5de_b

Al verme llegar dio algunas vueltas alrededor mío, creando una corriente de aire fresco que al tocar mi piel la secaba, y al entrar por mi boca me devolvía el aliento al mismo tiempo que me hidrataba. Luego de un rato no quedaba rastro alguno de las golosinas o de mi cansancio. Entonces sin más aviso tocó mi mejilla. Con su gélida manita estimuló cada centímetro de mi cuerpo, abriendo cada poro y estremeciéndome por completo. Con la pupila dilatada, en éxtasis y con el corazón a todo lo que daba, la vi desvanecerse. Tan fugaz y vacía: apenas tentadora en un pequeño instante.

Desilusionado pero revitalizado emprendí de nuevo la marcha. La fuerte impresión que había dejado el hada azul hacía que caminara sin rumbo, al punto de perder todo rastro y esperanza de encontrar un nuevo claro. Cuando ya me daba por perdido, un olor atractivo me devolvió al camino.

Tal vez habría más claros después de todo.

En un claro de bosque. (II)

3205177796_6834a3f8ba_oEra obvio que creía en las hadas, sino no las habría visto y escuchado. Lo que no fue tan lógico fue  que necesitara de ellas. Nada más comprender su ausencia, corrí en la dirección de su partida. Ahora viejo, al recordar todo aquello entiendo que a partir de ese momento comenzaron los momentos más felices de mi vida. Por espacio de unas horas, un conjunto de visiones me llevaron a un mundo paralelo y fantástico, de apariencia divinamente carnal y mística. Aún no he muerto y tal vez por ello peque al mencionarlo, pero de poder ir al cielo llegaría a un mundo extrañamente conocido.

Luego de un rato entre arbustos y ramas llegué a otro claro. En el había un estanque rodeado de piedras blancas, en cuyo centro un montículo hacía las veces de isla. Sentada, con ojos soñadores y sonrisa calma, estaba un hada verde. 2104370160_ccec434906_oSu cuerpo era delgado, algo pequeño comparado con el tamaño de otras hadas que recordaba. De su cabello brotaban flores de colores vivos y exóticas formas, brotaban de su centro como botones de rosa, y a medida que bajaban iban abriendo sus pétalos hasta desprenderse y florecer en la tierra que caían, de tal manera que el hada parecía caminar únicamente sobre ellas.  Dejando la recién floreada isla se acercó, envuelta en un aroma fresco y enervante. Se detuvo a un palmo de mis ojos y revoloteando con sus alas tintineantes tomó una de las flores que caían de su cabellera, cristalizándola al momento de tocarla.

Nada más recibirla, todo cuanto había en el claro desapareció. No había rastro de estanque, flores o hada. Cuando volví a ver el cristal en mi mano, vi su rostro mientras una voz me susurraba "cuando vuelvas...".

Seguí mi camino. Mientras intentaba llegar a un nuevo claro veía destellos morados y dorados no muy lejos de mí, señal sin duda de que estaba cerca. Seguí animado por la combinación de colores y la ilusión de qué podría encontrar.

En un claro de bosque. (I)

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Sucedió una vez que vagando por el bosque me alcanzó la noche. Sin la luz potente para distinguir algún camino y con un mar de estrellas que no me podían ubicar, anduve errante buscando una salida o al menos un claro donde descansar. Pero de noche los árboles cambian, la atmósfera que envuelve se torna mágica y todo lo que ahí habita emerge para hacer notar su presencia. En cuestión de minutos ruidos de toda clase me acompañaban, como mezcla de cantos y abucheos ante la llegada de un desconocido.

Entre serpenteantes caminos de muy irregular relieve fui perdiendo conciencia de la realidad. Dejé detrás mi vida en la pequeña villa cercana al río, las desventuras que hice de pequeño y las angustias que me acechaban de adulto. Las memorias felices en familia junto a un fuego exiguo y las sonrisas salvajes o inocentes que lo mismo me arrancaron mujeres o amigos. En la vereda misteriosa que me conducía sin destino, fui dejando mi faceta de hombre civilizado, quedándome tan sólo con la de creatura creyente.

Entonces los ruidos cedieron, las sombras se aclararon y el bosque se convirtió en un lugar más familiar que ajeno. El conjunto de natura me había aceptado como suyo, y con singular holgura me dejó adentrarme en sus más profundos secretos.

Fue entonces que salieron, reunidas todas en el primer claro de bosque que jamás había visto: Eran hadas.

 2713186691_7f9cddc53f_b Una por una, con sus colores tan distintos y variadas formas, fueron llegando con su característico brillo y suave tintineo. Las había rosas, verdes, azules, moradas, negras y doradas. Juguetearon cada una en su espacio, como ignorándo a las otras, concentradas más en llamar mi atención que en guardar algo de compostura. Algunas jalaron mi túnica, otras bailaban, las menos intentaban hablar y casi todas se mostraban alegres pero misteriosas. Luego de un rato, suficiente para poder identificarlas a todas, se escabulleron tan rápido como vinieron, en la misma dirección y con sonrisa juguetona.

2 de abril de 2010

El porqué de los hombres

Recién caída la noche en Guadalajara, la luna comienza sin remedio a atender quejas. En la primera ventana una chica solloza con rabia y le pregunta: ”¿Por qué tienen que ser así? … Si le he dado todo, ¡Hasta lo que no he debido!” A su lado están los restos de un portarretratos recientemente hecho añicos; la foto que contenía ahora esta quemada en uno de los rostros. Ricardo, su hasta hace 30 minutos alma gemela, ríe abiertamente con Pamela, la mesera del restaurante donde él y su novia habían ido a comer aquella tarde.

No muy lejos de ahí, un adolescente de apariencia frágil y estereotipada le reclama en silencio y con rabia al orbe de plata, incapaz de gritarlo abiertamente, por temor a que la tragedia empeore. Repasa nuevamente la escena que hace tan sólo unas horas le dejó sin aliento y con gran decepción: Vuelve a ver a Raúl sonriente y acurrucado en los brazos de “Adonis”, su particular y semi perfecto instructor de gimnasio. Inmóvil en la puerta de la recámara, escondió la carta con tanto esfuerzo preparada y lanzó una mirada de desprecio a su imponente rival.

saddleMuy arriba de ambos, la luna suspira por tener que aguantar nuevamente este tormento, incapaz de resolverlo de una vez y para siempre cual santo remedio. Lejos de ahí, en un poste del “The Saddle Inn”, (un pequeño y escondido bar de la isla de Man) una placa vieja y desgastada tiene grabada la respuesta. En cuatro líneas brevemente esbozadas se dan las razones que vuelven, sino justos, al  menos lógicos los actos de infidelidades:

Si no fuéramos visuales no seríamos tentados

Si no fuéramos tentados no seríamos impulsivos

Si no fuéramos impulsivos no seríamos rebeldes

Si no fuéramos rebeldes no seríamos hombres.

Nadie sabe quien la escribió ni desde cuándo, pero todo aquel que la ve admite que en tan pequeño extracto cupo la verdad de un infinito número de casos.

21 de diciembre de 2009

La naturaleza de la humanidad, perdida.

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Son las 5 de la tarde en Estocolmo y desde las residencias del centro Wenner-Gren, Halster contempla el frío haz solar desvanecerse en el horizonte. Como de costumbre, las horas de espera se vuelven eternas, y las ganas de hacer algo diferente a recordar memorias se desvanecen.

Estando en uno de los complejos de desarrollo científico más prestigiosos de la capital sueca desde su fundación hace 70 años, con la posibilidad de llenarse de tanta información como le fuera humanamente posible y la oportunidad de servir a una de las múltiples necesidades que la crisis global produjeron desde hace un tiempo, simplemente se dedica a reflexionar sobre su dilema personal. Pensaría en lo egoísta y mundano de su proceder sino fuera porque su mente no corresponde ya a la de un hombre joven y soñador como debiera, sino más bien a la de un pensador liberado de las cargas sociales y preso de los sentimientos que lo vuelven humano.

Desde hace 3 años sirve a la Dra. Janna Svendsen, una brillante científica que ganó su renombre al lograr tele transportar una piedra eliminando la decoherencia cuántica. Fanática de desafiar las ideas clásicas de la mecánica cuántica, suele pasar la mayoría del tiempo en su laboratorio, regresando a su departamento sólo para comer, cambiarse o pagarle a Halsten por sus servicios. A pesar de ello el joven empleado se esfuerza en hacerle esos breves momentos agradables, a menudo sorprendiéndola con platillos casi tan buenos como los que hace 30 años existían o preparando proyecciones de los antiguos paisajes naturales.

Es increíble que haya estudiado seis años en ciencias cuánticas para terminar de mayordomo.

Al principio pensó que con el pasar del tiempo, la relación de confianza iría fortaleciéndose y eventualmente la acompañaría al laboratorio a participar de sus experimentos. No obstante en lo que llevaba con ella, había logrado volverse un amigo de confianza que solo veía ocasionalmente.

Y así soy la persona a quien más frecuenta.

Parecía que estuviera absorta en un juego de infinita creatividad, misterio y acertijos. Era como si cada ensayo fuera un lienzo que con la sucesión de procedimientos fuera llenándose de pinceladas, formando un paisaje cuya belleza sólo ella podía apreciar.

Sólo así me explico que llegue radiante de felicidad y me transmita toda su alegría con su sonrisa amable y su humor sencillo…

O tal vez haya otra explicación…

Hurgando en un bazar de libros en Östermalms Saluhall encontró un viejo libro titulado “Why we love”. Según la autora, existían evidencias científicas y lógicas para probar, reconocer y producir el amor. Divertido por lo fantástico de la oferta, lo leyó y en menos de lo que esperaba ya se encontraba aplicando lo aprendido con la mujer más próxima: su jefa.

Así, lo que empezó por diversión se convirtió en una verdadera trampa. Poco a poco fue perdiendo el apetito y el sueño, se fue olvidando de su desarrollo profesional o la relación con su lejana familia. Se concentraba en derrochar toda su vitalidad y energía en las breves visitas de Janna, por demostrarle cuán apto era para estar con ella, por darle muestras indirectas de su compromiso, fidelidad y atracción con la esperanza que las descubriera de repente en medio de sus experimentos.

Tal vez así ella tome el teléfono de pronto y escuche esas frases que tanto han resonado en mis sueños:

“¿Qué sientes? ¿En verdad me quieres?”

Sin embargo debía ser realista, aquélla no era precisamente la época de la dominación masculina. Alguien de su género y posición estaba en clara desventaja al intentar conquistar a una mujer como la Dra. Svendsen. Con su exhaustiva preparación y perspicaz personalidad era un símbolo de la nueva posición de la mujer. Líder, dueña, activa: sus emociones seguían presentes pero eran controladas. Aún cuando llegara a sentirlo, la incapacidad de dedicarle tiempo a una relación personal y la justificación de una sólida trayectoria no le permitirían volverse así de vulnerable ante un hombre, que de buenas a primeras, no mostraba más que una intensa obsesión y buenas intenciones.

“No sé lo que quiero” sería la respuesta más probable.

La pregunta era clara: ¿Seguir o no? De entregarse podría revivir un sentimiento casi extinto desde que el hombre agredió al clima. Podría traer el pensamiento de la arcaica autora que afirmaba que aún en un millón de años más, el amor sería lo que siga moviendo a la humanidad. Podría salvar la emoción más básica que se puede dar entre un hombre y una mujer. En sueños incluso imaginaba que podía renovar la fuerza que sostuvo a la sociedad.

De negarse se salvaría de ser un ingenuo soñador. Reconocería como todo el mundo que los tiempos han cambiado, y con ello muchas de las tradiciones de los tiempos antiguos. La naturaleza que tanto tiempo se preservó se daría una vez más por perdida. Podría evitar un daño innecesario, podría aprovechar su tiempo en el crecimiento de los bienes del alma, convenciéndose que aquello y no algo más es el mejor juicio.

stockholm night

Podría salvarse él y dejar morir al mundo, u ofrecerse en sacrificio e intentar salvar lo que queda de  Humanidad.

En cualquier momento Janna regresaría, abriría la puerta y saludaría de la manera en que siempre lo hace. Para entonces la simulación de un claro de bosque tropical debía inundar la habitación como el ardor de su adicción llena su corazón.

O un sencillo saludo y una sonrisa ligera, cubriendo el hueco de una akrasia que finalmente se extinguió.

13 de diciembre de 2009

Mágica renovación

maison

Usualmente no era común que asistiera a muchas reuniones sociales, pero esta vez, por alguna razón quiso aceptar. En algún rincón de su imaginativa mente se aventuró la ilusión de un escenario peculiarmente distinto. Atractivo.

Así, eran las 11 de la noche y en los alrededores de la mansión Canterville se respiraba un aire fresco y enervante. Habrá quienes digan que hacía frío, pero más bien era una energía diferente la que esa noche rodeaba al evento. Con toda la pomposidad de su tiempo, carrozas tiradas por bríos caballos arribaban regularmente. En ellas iba la acomodada aristocracia inglesa, jóvenes en su mayoría: eran la incipiente semilla de la revolución liberal que científicamente se ampararía.

En una de ellas iba William. Hombre joven de semblante adusto y trato afable. Dominaba una amplia variedad de temas que hacían de su plática un disfrute especial para sus amistades, las cuales sin embargo, eran limitadas. No obstante, su fama solía precederle en muchos de los círculos a los que se aventuraba. Aquélla noche, su llegada fue anunciada por más que los emisarios apostados en el recibidor. Por alguna razón su presencia no era indiferente, por más discreta que él así la quisiera hacer. Tal vez ser de los cinco primeros en la línea de sucesión real tenía sus privilegios.

Así pues, al entrar se cruzó con multitud de personajes ilustres. Después de todo aquella reunión no era más que una oportunidad para fortalecer las relaciones sociales. Cruzó palabra con algunos de ellos, sonrió ante las jóvenes que sin duda le tenían admirado, y dejo ir su vista un par de ocasiones ante cierta dama recién llegada que le observara de reojo.

No podía negar que lo estuviera disfrutando, sin embargo no era este el tipo de goce por el que había venido. Con el paso de tiempo la sensación de vacío fue dibujando un rostro de anhelo incontenido.

Fue durante el baile que su perspectiva cambio completamente. Entre la multitud de parejas había una mujer que sin remedio ni intención cautivó su mirada. Más allá de su belleza, de la cual sin duda gozaba, era su baile lo que le hipnotizaba. Colocándose en una situación de improvisada simpatía, William quiso  descubrir como sería bailar con ella. Imaginándose ser el acompañante que con ella estaba, le fue siguiendo en su marcha acompasada y tras un par de piezas, su excesiva atención pareció hacer que la flamante musa se disculpara y se retirara de la pista de baile.

Sin dudarlo, la siguió. Sabía que no debía perderla de vista. Era esto lo que había pensado, la ilusión que ingenuamente llenó su corazón de esperanza y su mente de divagaciones. Escaleras, habitaciones y pasillos oscuros siguiendo su silueta, su cabellera, su rostro que de cuando en cuando volteaba, incitándolo pícaramente…

garden

Salieron al jardín de la propiedad, y la fría atmósfera no hizo más que renovar las fuerzas de ambos.

- ¡Espera!

- ¿Quién eres? ¿En verdad me quieres?

Esa frase resonó profundamente en la mente de William, produciendo una suerte de déjà vú que le  trajo recuerdos… más no eran suyos.

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Sólo unos metros más adelante y tras los árboles que protegen a la mansión del viento provinciano, un estanque tenuemente iluminado se prestaba de santuario para el momento por ambos conocido. Justo ahí, la misteriosa doncella lo vio de nuevo, y en sus ojos se reflejó la profundidad de una mirada mucho más penetrante que las que tuvo al llamarlo.

De nuevo los corazones en su conjunto sintieron ese brinco de amor recién fecundo.

Temeroso y absorto se acercó a ella. A un lado del invernadero que miraba al estanque calmo. empezó un diálogo por mucho tiempo esperado:

-Eres tú.

-¿Cómo puedes estar tan seguro?place

- Por qué sin pensarlo ni conocerte lo puedo dar todo, con la certeza de saber que guardas la mitad complemento del sueño perfecto.

- ¿Y si decido que no eres el indicado?

- Habré desmentido un sueño tonto y obsesivo. Una fantasía que sirvió mucho tiempo y ofreció aire a un mundo en aprietos, pero que al final es solo eso, un sueño.

- ¿Aún sin saber mi nombre puedes amarme? ¿Y qué hay de mi forma de ser, mis memorias y metas, mis sueños y problemas? ¿Cómo te sujetas a un montón de aire que caprichoso te puede abandonar a tu suerte?

- El aire es un soplo que puede dirigir navíos grandes o inspirar mentes brillantes. Si con el tiempo logro conocerte y desentrañar la persona que se esconde en cada uno de esos diarios actos banales, si encuentro el significado de la sonrisa que tu boca dibuja en este instante y descubro que en esencia es justamente la calma iluminada de un amplio horizonte, entonces podré decir “te amo”.

Lo demás fueron asuntos de los que sólo la naturaleza fue testigo. La noche terminó, la fiesta siguió su curso, los nobles que en esa ocasión desfilaron se hicieron viejos y murieron, pero la promesa de un amor joven y creciente perduró en todos esos instantes: como arma para un mundo indefenso, como joya de un destino indefinido.

3 de diciembre de 2009

Secreto rejuvenecimiento

Con el frío invernal que cruza de extremo a extremo el bosque, todo ha cobrado un tono pálido, recordando más las épocas pasadas. Cada tronco y rama, cada nido y hojarasca, todo es parte de su sueño. ¿El dueño? Un muchacho joven y ordinario, de mente soñadora y espíritu intranquilo. Un vástago inmaduro de muchas o pocas palabras, según sea el caso. Un joven llamado Leonardo.forest dawn

Deambula entre los árboles que a la luz del atardecer cobran tonos cálidos y embelesantes. Tan sólo anoche oyó la voz cautivadora que ahora lo acurruca. La encuentra entre el silbido del viento por las hojas: lejana aún, pero a menor distancia. Un sueño tan intenso que ha perdido noción cuándo esta dormido o despierto.

Es como si ya hubiera sucedido: todo cuanto percibe y hace, parece producto de un libreto por alguien más escrito. Al vivir, recuerda y al soñar, despierta. Si en esa ilógica noción hay locura, será entonces que la razón más alta llega aún después de la cordura.

Sabe que lo que hace es equivocado, que su camino es maldito y criticado. En su pueblo parientes y amigos le han advertido, pero ni el peligro profundo del bosque inhóspito, le hacen retroceder y dejar de buscar la fuente de su deseo.

Desde algún rincón oculto del paraje, la creatura le susurra “'¿Quién eres?” “¿En verdad me quieres?”. Sólo con esas frases él la sigue. Sin más fuerza que las propias de su cuerpo, ni más soporte que el de un corazón crédulo, Leonardo atraviesa áreas tupidas y claros desiertos. Ciego en los ojos, pero claro en el sentimiento, no teme a la muerte que signifiquen su confusión y exilio.

Sabe quién lo llama aunque no la haya visto. Sus ojos y facciones son desde siempre conocidos, y más que un encuentro busca una visita. Una vez que lo ha aceptado todo, el muchacho imagina que esto no es más que la continuación de un tiempo muy lejano. Una época donde no reinaban los humanos, ni la vida tenía tanto sufrimiento.

Este tipo de evento para ser extraño debe ser ajeno. Sin embargo encuentra en cada rincón la mirada esquiva de la que de antaño ha sido su musa. Pareciera que en aquel entonces mítico y olvidado, la pareja dejó huellas de su conocimiento, y así,  cuando sus recuerdos se hayan desgastado, la fragancia, la vista y el tacto conocidos les refrescarán el romance de curso inacabado. birds Los pájaros, al volar, dibujan el trazo del viento que los rodeaba al encontrarse. Los rayos del sol, cual amanecer solemne, devuelven a la memoria el júbilo de un amor puro en un mundo impecable. Cuando todo era nuevo y la melodía recién adquiría su nombre, las notas se conjugaron en singular compás para dejar entre el follaje la canción secreta de los enamorados.

Siendo quien es, se siente diferente. Con la presencia en mente de aquél ser, brota de nuevo la verdadera naturaleza de Leonardo, la que está cautiva en el cuerpo y mundo humanos. De pronto, ya no responde a más conceptos del hombre, ni a los pocos saberes que en este tiempo se han redescubierto.

Anda así por largo rato, convertido en algo diferente, hasta que en la orilla de una ladera inclinada ve de nuevo a la siempre joven y bella: a la mujer y a la niña. 

En ese momento el tiempo se congela, la brisa se detiene y ese instante que comprende una parte insignificante del cosmos pleno, se vuelve lleno e importante. Nada ni nadie en todo el mundo pudo ser indiferente al impulso de los corazones contentos. Una vez más, luego de varios milenios, el amor se ha renovado, y como marca el relato, la naturaleza ha sido su seno.