31 de mayo de 2011

Infidelidad.

proof



Casi nadie lo sabe, pero al principio todos los hombres eran fieles. Solían entregarse única e incondicionalmente a una sola mujer. Estaban ahí para quererlas, cuidarlas, mimarlas, respetarlas y entenderlas. Se volvían uno con ellas, compartían sus posesiones y les expresaban todas sus ideas. Sabían perfectamente que no había necesidad de mirar a otras, ni de desear múltiples aventuras, pues habían encontrado a la persona indicada.

O al menos eso creían.

Poco a poco, como los niños que dejan de creer en los cuentos que les contaban de muy pequeños, se dieron cuenta que la realidad era otra. Detrás de su apariencia frágil y agradable escondían una hábil mente mucho más preparada para entender en toda su complejidad las relaciones, sus límites, posibilidades y consecuencias. Lo que posiblemente empezó siendo curiosidad había degenerado en una demostración de absoluto control.

Dominaron el arte de susurrar al oído para vencer la más férrea de las voluntades. Se dieron cuenta de que podían hacerles creer a sus compañeros que estaban totalmente concentradas en ellos al hablarles de detalles, y lo hicieron. Vieron que suficientemente motivado, un hombre es capaz de dar todo por la mujer que quiere, y se aprovecharon para obtener lo que ellas querían. Notaron que sin importar lo exagerada o imposible que fuera una excusa ellos siempre la creían, y aprendieron a decirles mentiras. Luego con ello supieron coordinar las cosas de manera tal que dos enamorados nunca se conocieran, ocultando con nombres genéricos y «no importa» la mitad de sus vidas. Aprendieron a hablar de una manera tal que cuando fueran acusadas por alguno, éste terminara creyendo que todo había sido su culpa. Ilusionaron, traicionaron, mintieron y lo disfrutaron. Redujeron a sus compañeros a simples proveedores de regalos caros. Coleccionaban tantos como voraz fuera su apetito. Ingenuos trofeos a veces bellos, a veces ricos; y lo mejor de todo, siempre dispuestos.

guy deceived

Cuando por fin se dieron cuenta, a pesar del dolor que significaba tuvieron que aceptarlo. Su actitud hacia ellas además de no ser recíproca carecía de sentido. Aún bajo la lógica más simple era necesario volver al trato justo de antaño, y dada la imposibilidad práctica de discutir los términos sin correr el riesgo de ser las víctimas de nuevo, tuvieron que combatir fuego con fuego. Día a día aprendieron las artes del engaño, las sutiles armas que se forman en la lengua y los astutos juegos de los que es capaz el cerebro humano. Aunque con tropiezos y retrasos los hombres finalmente aprendían a ser infieles al observar a sus creadoras y mejores artífices.

Y eventualmente llegó el día en que el alumno superó al maestro.
 
De ahí en adelante el ámbito de las relaciones humanas se ha vuelto una eterna carrera en competencia llena de artimañas y acertijos. Por momentos parece ganar uno de los sexos, sólo para ver como es superado por algún nuevo procedimiento. Hoy en día sin embargo existe la creencia de que los hombres son los más infieles, lo cual bien puede ser un mito de ellas en busca de que se confíen ellos o la verdad que se vislumbra luego de generaciones de esfuerzo.

De cualquier manera, cada que una mujer se pregunte si acaso su novio o marido le ha estado mintiendo, valdría la pena que se pregunte primero si no ha caído en los mismos errores ella, como para que él se haya visto orillado a jugar el mismo juego.

cheating game

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