13 de septiembre de 2009

Esencia dividida y reunificada

ville

Eran las 7 de la noche y desde la explanada del ‘Hôtel de Ville’ podían verse los haces que desde lo alto de la Torre Eiffel dominan la ciudad. Cerca al Sena dos siluetas conversan. De rasgos orientales y arraigadas creencias se enfrascan con el pasar de las horas en temas más profundos, como si absorbieran de la corriente fluvial la fuerza.

“Tengo un problema, y es que estando en esta ciudad de vidas rosas estoy restringida. En medio de las luces de una ciudad artística y cosmopolita se ha ido diluyendo la esencia de mi sangre. Se han deslavado los rasgos en mi rostro y me he perdido en la deriva de un bienestar que no comprendo. Tan mundano para que cualquiera lo acepte y tu lo apoyes, tan contrario a los principios como para que termine de acostumbrarme y me sienta cómoda con el resultado . Si pudiera conseguir la luz de esta isla romántica y fundirla en la fuerza de mi ciudad fantástica, sería completamente feliz. Extraño Bombay.”

El oyente atento escucha, respeta pero es incapaz de guardar la respuesta evidente. La mezcla que busca se encuentra fuera de los componentes, y aunque comparte el mismo pesar de una decisión tan provocada no puede dejar de reconocer que es una solución que estaba planeada desde mucho tiempo atrás, escrita y diseñada sabiamente por un ser superior.

Mientras van surgiendo los cabos sueltos de una red por demás compleja, el oyente ve como las hojas y el viento, el agua y la piedra, la música y las luces del Hôtel se conjugan en armoniosa incidencia para conformar el artístico paisaje. Bello en sí mismo por la función con la que ha nacido, induce en los conversantes un estado de concentración y entrega. Como todo en su conjunto es una de tantas pistas que la sabia urbanización propone: Siendo tan iguales pero opuestos, les es imposible reconocerse. Solo exploran hasta donde la confianza les permite por que lo que no han aprendido es a estar expuestos. Ser libres y dejar el corazón abierto, el preludio para que uno marque al otro.

Un poco de acordes tradicionalmente franceses, aunado a la expresividad de un ‘bateau’ que con surcar el río provoca un sentimiento de introspección tranquila, dan las condiciones para una última evaluación de las circunstancias, midiendo consecuencias y posibilidades. Determina que es preferible y se apresta a llevarlo a cabo.

En el estado de represión y duda que su desconfianza provoca, esta la última de las pruebas: el designio divino para comprobar si se ha seguido el camino. Uno debe aprender la tolerancia y el otro la presteza. En este reflejo de inconsistencias la disparidad dual y extrema reafirman la conjunción de blanco y negro. Uno incita y el otro interioriza, pero en el preciso momento no es posible percibir ni el sentido ni las diferencias.

Cuando quisiera decir la verdad desnuda se contiene poco y pronuncia:

Ya sé, ven conmigo, alejémonos de todo esto que no es mas que la señas que han servido para reconocernos. Todo cuanto hemos vivido es el entrenamiento, las notas con las que identificar la ultima sinfonía. Son señales para ver la otra mitad que vivió en complemento: donde surgen tus lagrimas y aparece mi nudo en la garganta. Vayamos ahí donde nos llama la tradición y la sangre a cumplir nuestro sueño. Es nuestro destino, es nuestra misión, es lo que siempre quisimos. Porque hemos de aprender a arriesgar, porque hemos de saber recordar, porque así esta escrito.

Un sueño perdido y vagamente encontrado, un sueño que es destino y milagro. Un sueño que envuelve en un aura de libertad y esperanza. Un claro de luz en medio de la tormenta anunciada. Es arte y ciencia, dentro y afuera, norte y sur, esencia y práctica. Y aun reconociendo que puede no serlo es como se convencen de que si lo es.

Y en medio de la quietud de una ciudad que descansa es que las palabras escapan por el cauce del río. Libres y dispuestas, con la capacidad de germinar cerca o lejos de sus creadores, quienes se marchan ajenos hacia el metro por la acera.

Ave Maria.mp3

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