25 de noviembre de 2011

Mi dueño

I Walk Alone by Tarja Turunen on Grooveshark

(CC) Johan31000/Flickr

Hace mucho que no puedo dejar de pensar en él. A donde vaya siempre me encuentra. Me invade hasta en los pensamientos más complejos y privados, reemplazando toda idea que tuviera a su paso. Es una obsesión tal la que me ha creado que aún no comprendo cómo si está encima de mí a todas horas yo aun lo busco queriendo más.

Aunque he de ser honesto. No siempre es agradable. A ratos me presiona de manera inmisericorde. Me estresa, amenaza con irse, con no darme suficiente. Como si quisiera arrebatarme la oportunidad que tengo de obtener lo que quiero.

Extraño los días de niño cuando él era para mí un completo desconocido, sin mayor importancia que un nombre, una palabra. Cualquier cosa para decir a una persona con quien se desea hablar. Pero poco me duró el encanto.

Mi curiosidad fue muy fuerte y las ansias por ser grande terminaron por condenar todo. Pronto supe quien era y caí en el engaño de su falso control. Todo pasaba tan rápido, justo como a cualquier adolescente le hubiera gustado. Los días se sucedían y el ritmo era cada vez más acelerado. No podía ser mejor. O al menos eso creía.




Como si fuera el último paso de un plan malévolo, caí en la última tentación para que me dominará por completo. Una mañana de septiembre como a eso de las nueve aproveché un espacio libre y probé un capuchino como nunca lo había probado. En ese momento me dí cuenta que no solo el sol sino también el líquido me relajaban y energetizaban al mismo tiempo. Una claridad inesperada invadió mis pensamientos y finalmente fui capaz de ceder sin ningún impedimento. Había conocido el efecto del café en mi cuerpo.

Así pues, no había nada que me impidiera continuar este camino sin retorno. Aprendí a usar la oscura bebida como una especie de acelerador improvisado: todo lo que no quisiera atestiguar o presenciar por mucho tiempo no necesitaba más que dos expresos de café. De golpe y sin remordimiento los problemas desaparecían al momento. Luego, cuando los efectos se vencían, el sopor y el cansancio retardaban todo, balanceando el favor recién recibido y obligando el descanso.
(CC) TheGiantVermin/Flickr
Hoy me he resignado a vivir con él, el insensible tiempo. Ahogado en sus prisas, aburrido en su eternos plazos: sin más alternativa que aceptar lo que me propone sin reclamos. De vez en vez con el café me engaño, envuelto en su sabor y aroma que me embrujan para pensar que soy el dueño de mi vida, aunque al re pensar mi consuelo caigo en la cuenta que tristemente mi vida es tiempo, y por ende él me poseía aun cuando no sabía y lo hará hasta exhalar mi último aliento.
(CC)  Brisbane Falling/Flickr

1 comentario:

  1. ahora me gusto el principio pero tambien el final... jeje le veo potencial para un ensayo.
    La idea de incluir la falta de tacto de los niños hacia el tiempo fue buena... y muy cierta, capto mi atencion... pero perdi un poco el hilo en la parte del cafe. ;)

    ResponderBorrar