7 de julio de 2011

Grito procesado


Sé que no eres tú, pero te le pareces. Quizás seas la acumulación de deseos que se niegan a morir reprimidos. Quizás sea tu letal feminidad surtiendo efecto. La trampa infalible que aún sin pretenderlo me motiva. Fruto de las circunstancias, complicación inesperada, un mito que como humo sube y se escapa.

¿Conoces los riesgos implicados? Quisiera justificar la negativa como producto de una moral intachable, pero más bien es la ansiedad de (una vez más) ver la causa perdida. Utópico y lánguido se vuelven en esta instancia sinónimos de monótono e imposible. Sencillamente imposible.


Porque desafortunadamente todos somos presas de nuestro pasado, ese que se difunde entre las personas con quienes compartimos algún momento. Somos lo que se decidió que fuéramos, aquello que el recuerdo acusa cada vez que queremos contradecirlo, invalidarlo, sustituirlo por uno de tantos borradores que no alcanzaron el estado de hecho.

Así pues maldigo al contexto, sea este la sociedad, la cultura, tu historia personal reciente o aún acaso tu percepción y la memoria (individual y colectiva).

¿Qué queda sino teorizar al respecto? Y eso aún en un intento de dar un final sereno pero trunco a lo que en la causa lleva el defecto.  Porque a pesar de la objetividad presente es innegable la intención última de cada signo y cada letra: esa tan vergonzosa como para ser expresada, tan entendible como para ser inferida y tan simple como para hacer ver esto absurdamente exagerado.

En ese caso aprovecharé mis preciadas habilidades de sepulturero y cavaré una improvisada tumba en rocas para un grito que murió al mismo tiempo que iba naciendo. Sean las horas en vela la cubierta y las notas tormentosas la brisa plañidera que detallen la macabra y parafernal escena.

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