En plena oscuridad, al abrigo del constante rugido de los motores que apresurados circulan por la ciudad, una pareja se acaricia indecentemente en la esquina de una calle poco transitada. Desenfrenados y absortos el uno en el otro, ignoran que más de una persona espía su juego ardiente de manos, labios y otras partes del cuerpo.
Un poco más cerca, un poco más adentro, un poco más profundo, un poco más abajo… Ni siquiera el ocasional destello de un auto girando en esa esquina logra separarlos. Parecieran posesos por un baile hipnotizante, una fuerza baja que devora con cada movimiento su voluntad y autonomía.
Sin embargo, por dentro cada uno piensa cosas totalmente opuestas. Él se dedica únicamente a imaginar situaciones más y más atrevidas, actos que de solo pensarse le hacen querer ir más rápido, tener más manos, ser casi la misma persona. Vigoroso e inocente, su realidad se limita al presente con algunas fantasías sobre cómo presumir a sus amigos unas horas más tarde. Luego de esta noche, luego de ella ¿Quién podría resistirse si quiera a su sola presencia? La sensación de poder controlar a cuantas caderas le rodean por esos días es por sí misma un placer indescriptible.
Ella es bastante más astuta. Experimentada desde su tierna y perdida infancia, lo conduce lentamente como a un pequeño conejo que ignora su destino. Suave pero fría, seductora por fuera, calculadora por dentro, no puede más que reír al ver la facilidad con que todo esta saliendo. Hace tan solo un par de horas, su ahora víctima y ella habían dejado un bar clandestino, totalmente apresurados de consumar un deseo carnal que el alcohol le había inducido a él. Mientras salían, el furioso novio de ella miraba incrédulo cómo es que alguien se atrevió a tocar a su “Rubí”. Para estas alturas, no debe tardar en llegar. Tal vez sería amable de su parte darle al pobre tonto un último regalo… Sólo para que se vaya con una sonrisa.
Así pues, los susurros van creciendo hasta volverse gritos, rompiendo aún más la ya turbada calma nocturna. Ella deja cualquier signo de educación o auto respeto y se vuelve una bestia devora hombres. Él, completamente envuelto en ella, libera sus fuerzas de las cadenas de la vergüenza y profiere aullidos de auténtico éxtasis inmoral. Es justo ese instante el más silencioso en aquellas calles por lo que su glorioso momento se ha hecho más que público, es invasivo.
Luego se ve una camioneta acercarse rápidamente y orillarse cerca de donde ellos están. Mientras seis siluetas descienden de ella, Rubí saca una navaja de su bolso y le dice a su aún extasiado compañero:
Así es papacito, al fin tuviste lo que siempre deseaste, así que te dejaré disfrutar un poco más el momento…
Para luego clavarle su arma justo debajo del pecho.
Aún con la sonrisa, él baja la mirada para ver cómo la hoja gira dentro de su cuerpo mientras un calor interno se va extendiendo desde aquél punto. Pronto las finas líneas de sangre fluyen al piso mientras que “Rubí” huye de la escena con las seis siluetas persiguiéndole.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario