21 de junio de 2009

Cuento de un hada

Ciertamente no creía en la magia, ni en el encanto. Suponía que todo era belleza externa y que el interior complejo era solo imaginación. Pero estaba equivocado.

fairytaleMientras caminaba por la vereda que cruza este bosque, tuvo la gracia de toparse con un claro de luna, de esos que hacen las lágrimas de la luna cuando se enternece. En él habría de encontrar a la creatura a la que tantas veces pretendió conocer en sus versos.

Era tan real y desconocida, la misma mezcla de misterio que afirmaba, pero con un toque que la cambiaba completamente. Tenía las características de la leyenda, podía incluso descubrirlas a la distancia desde el arbusto en que la observaba revolotear.

Rasgos finos, ingrávidos, perfectos para montar el vuelo. La armonía de la música que se transmite en sus caderas pero también en sus ojos. La calma y alegría de un niño producían esa sonrisa que siempre creyó conocer hasta oírla. La sencillez encarnada que da pie a las intrigantes dudas sobre la veracidad de sus palabras… Definitivamente era ella, el hada que de día dibujaba y de noche soñaba.

Y es que sobre todo estaba el sello: La cabellera larga y libre que ondeaba elegantemente con las caricias del viento. La manera de mecerse como acurrucada por Eolo. El rostro de estar soñando, pero soñando despierta. Aunque alguien más la viera, solo el juglar podía conocer su verdadera belleza.

Simple, calma, inocente y clara.

Así como la vio llegar, la vio partir, más con su salida recogió su inspiración y cordura. Fue entonces que creyó en los hechizos que traicionan, que dejan sin consuelo el alma. Esos hechizos que dejan sin razón a los sentidos, esos hechizos de hada…

Siguió su camino por el paraje, prendado a distancia de la sutil musa. ¿Qué más da encontrar mujeres, tesoros y poder si se carece de tan divina recompensa?

Estar así es peligroso para quien de la trova vive, pues con las palabras que de su boca surjan podrá amasar riqueza, pero no cautivará a la fuente de su clamor ni en la más magna empresa.

Ciego y errante por el bosque se pierde, el juglar embelesado por los delirios y visiones de un lugar que le incita y le repele.

Canta sin quererlo, la alaba en verso suelto. Más su canción se pierde entre las hojas, alegrando a las aves pero dejando su amor muerto.

Más difícil fue creerlo cuando en el pasado sucesos desafortunados terminaron siendo un engaño. Pero una reacción tan fuerte a un incentivo tan pequeño no puede ser más que la prueba de que aquello es cierto.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario