De unos días para acá, las verdades del mundo se me han aparecido una tras otra. Como si de un espectáculo se tratara, las más atrevidas realidades se presentan como actos exóticos de un circo bizarro y surrealista.
Antes me aterrarían. Hoy me hacen pensar donde estoy parado. ¿Estaré sintiendo lo correcto? ¿Algún día veré la luz al final del camino? Sólo el maestro de ceremonias, conocedor absoluto del evento sabe el desenlace del acto final.
Porque en esta vida la traición y el engaño parecen el sabor de la misma. Lo que creí fue verdadero amor pudo haber sido una estrategia de celos. ¿Por qué si eso querías tuviste que rebajarme a ser un burdo instrumento de tus deseos? Te creía alguien con verdaderos ideales y principios. Alguien que conocía lo que en verdad era bueno. Veo que me he equivocado completamente contigo. Y lo que es peor, no solo tú sino tu contraparte, la que dio origen al deseo que tú disfrutaste, parece ser de tu misma clase.
…
Hay dos números que me parecen especialmente interesantes. El primero, un par de estatuas que bailan a un ritmo tan acelerado y cautivante que parecen llegar al éxtasis de su ser tan pronto como sus cuerpos se tocan a pesar de las grietas que con el roce se causan. Pese a que como ser humano lo comprendo, no concibo qué puede llevarlas a un deseo tan fuerte que hasta toleren su propio sufrimiento. No los culpo pero si me quejo. ¿Que acaso el beso ha perdido su cariño, o el abrazo no denota la necesidad de amar al otro? Tal vez un simple posar, en la belleza estática, que ellas tan bien conocen, denote más la fuerza de gusto que pretende ser la mejor experiencia de su vida.
El segundo número es un curioso artificio de luces y sombras. Las primeras con sus atrayentes multicolores vuelven atractiva hasta la más despreciable creatura. Bajo su haz lo más repugnante se vuelve completamente apetecible. Pero nada más desaparecer el aura que los cubre, la peste recobra su fuerza, el hedor derriba cualquier interés y no solo la indiferencia sino el rechazo se ciernen sobre ellos.
Tras ver ambos hechos, he perdido la creencia en la belleza. La pureza me parece casi extinta, y más que nunca siento que la fatídica sentencia apocalíptica se vuelve realidad. Al salir, la llama de vida que tan confiadamente crepitaba, se ha vuelto una vulnerable flama casi extinta.
Empiezo a no creer en los que han sido hasta mis pilares. Estoy decepcionado de la creación más hermosa e irresistible que ha existido. Aunque aún consigue lo mejor de mí, pronto dejará de ser mi musa.
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