Amor. ¿Qué es? Está en el cuerpo humano? Habita en las profundidades de la psicología individual humana o es acaso un elemento imprescindible para la cosmovisión universal de nuestra raza?
Por qué a pesar de ser solteros, viudos, casados, ermitaños o sacerdotes necesitamos seguir amando? Por qué nos llena tanto que nos hace querer darlo todo? Por qué nos confunde e hiere haciéndonos sentir todos los sentimientos e imaginar todas las ilusiones, llevándonos con extraordinaria facilidad del gozo a la histeria, de la calma a la paranoia, del cielo al infierno?
Por qué le fueron confiadas todas las experiencias, desde lo cruel de un engaño a lo exquisito de la intimidad alcanzando su punto máximo, a un sentimiento tan endeble y frágil?
Atracción, celos, obsesión, cariño, gratitud, confianza o dependencia, a un Dios o a un ser, todo por amor. Sean niños, adolescentes, jóvenes, adultos o ancianos todos queremos dar y recibir amor. Por qué si es lo que más quiere el mundo, es lo que menos hay en él? Somos tantos que tenemos miedo a la inmensidad de corazones que hay.
Amar hoy o mañana, a quién? Por qué? No es mejor disfrutar? Tenemos miedo a ser olvidados en la inmensidad de historias que tejen cada corazón. Tanto que hemos optado por no mirar atrás. Tenemos miedo a recordar que nadie nos recuerda, que nos han olvidado.
Qué hay de aquella sensación de atemporalidad en los brazos del ser amado? Dónde quedaron las tardes de paseo que recorrían sendas de arena y abrían caminos del alma? Ahora sólo hay ruinas de un gran palacio.
Como niño en su historia interminable, quiero subir a la torre más alta, que bañada por la luz de la luna alberga a la princesa de todo mi reino. Quiero conocerla, platicar con ella, pelearme y confundirnos. Quiero saber como se ve por las mañanas, cuando aún duerme en su cama, cuando está sola en su rincón secreto o cuando aún era una niña de primaria. Quiero compartirle mis mejores momentos, regalarle los días que más quiero y soportar con ella lo duro que es lo incierto. Quiero abrazarla cada vez que la vea, discutir con ella la existencia de Dios o la importancia de la trascendencia.
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