8 de enero de 2013

Buscando al complemento perfecto

De los muchos mitos que nos envuelven en la cultura popular, el de la pareja ideal es uno de los más engañosos y escurridizos. Tan arraigado y apegado a los más básicos deseos humanos, es inevitable que contrario al destino de muchas doctrinas y tiranos, persista diariamente en casi todas las vidas.
¿Quién no lo ha sentido?
Esa fantasía acaramelada que mezcla todos los rasgos de personalidad que alguna vez nos han atraído y las compacta en un fantasma que de existir no podría permanecer más de cinco segundos con esa actitud, dentadura, silueta y conversación  tan perfectas. En el fondo todos lo sabemos, más que una persona viva se trata de un fulgor resplandeciente que nos ciega por ratos, justo cuando deberíamos ver los verdaderos atributos de un ser mucho menos maravilloso pero existente el cual, por azares del destino, tenemos la fortuna de tener enfrente para platicar.


(CC) Yashna M/Flickr

Es al mismo tiempo faro de esperanza que responde a nombres como “príncipe azul”, chica ideal, la indicada, el bueno, etc. y asesino despiadado de pretendientes que poco se le parecen pero mucho lo recuerdan. Tan molesto como para odiarlo pero tan necesario para continuar.

La sociedad nos lo impone como la cima del éxito completo, y aunque juremos no quererlo en lo absoluto, difícilmente pensaremos en otra cosa durante las noches en vela, los fines de año, las bodas y otras fiestas importantes que de alguna manera marcan el paso del tiempo en nuestras vidas al remarcarnos el eco del silencio y el vacío del asiento al lado en cada mesa de cada lugar.

Probablemente nunca logremos ni enterrarlo en el baúl de los recuerdos ni ponerlo en la imaginaria lista vacía de los propósitos cumplidos, pero al menos con cada nuevo intento de cumplir sus exageradas exigencia avanzamos ciegos y atrevidos hacia la persona desconocida que nos hará dejar de buscar.

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