15 de diciembre de 2010

Esa torre de madera.

torreLa noche esta ya bien avanzada, haciendo que tanto las incontables estrellas como las incesantes olas bañen apaciblemente la costa. En medio de aquella mezcla inmensa de luz tenue, agua y arena se puede ver una especie de torre hecha de madera, en cuya cima se encuentra una fogata. Sus llamas alumbran y calientan a un hombre solitario que apaciblemente duerme a su cobijo.

De pronto, sin aviso alguno, la torre cruje y se desploma. El fuego cae y con sus brasas chamusca al náufrago. Aturdido, sorprendido y desorientado el hombre grita, golpea la arena, se agita y al final, agotado por la impotencia y la desesperación, se echa a llorar. Esta no es la primera vez que le sucede. En otras ocasiones su torre se ha desmoronado. A pesar de sus cálculos y correcciones la estructura es siempre inestable y en el momento menos esperado, cae. Lo deja sin luz ni abrigo, a merced de la noche inmensa con la mirada absorta y el cuerpo tembloroso, regresan las sombras...

Lo que el no sabía es que en su afán de enderezar más lo que ya estaba derecho provocaba más derrumbamientos y el constante debilitamiento de los maderos con los que cada vez reconstruía. Eventualmente alguno se vencía y acababa por romperse, sin embargo siempre habría palmeras para cortar nuevos maderos, ¿o no?

Cualquiera que fuera la respuesta, lo cierto es que era muy trabajoso tener que tallar nuevos maderos en lugar de aprender a cuidar los viejos y usarlos para construir una torre resistente. Además la mezcla de maderos nuevos y viejos no era buena, pues los primeros podían dañar a los últimos, pero a estas alturas ¿qué más quedaba que seguir construyendo?

Así, en medio de la noche y con todas las necesidades que su torre satisfacía, el hombre cerró los ojos y dio un respiro profundo. No tenía otra alternativa. Ordenó sus piezas y comenzó de nuevo.

1 comentario:

  1. muy cierto Ale, hay veces ke no keda mas ke seguir caminado... el camino sigue aun si no sabes a donde va

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