Aún cuando intento ponerlo por escrito llega esa sensación de repentino y constante indeciso. ¿Será posmodernista? ¿Será lógico? ¿Tendrá congruencia o será únicamente poético? Creo que la opción es un monólogo disfrazado de diálogo o una mezcla de todo con un sentido explícito y otro no reconocido.
Tal vez el problema es que se trate de algo tan generalizado. ¿A quién culpar? ¿Por dónde empezar? Sólo puedo decir que al parecer todo se ha invertido. Los deseos expresos y manifiestos se volvieron las negaciones de mis acciones. Lo correcto se oye lejano y lo bueno inalcanzable. De pronto se rechaza la base de cuanto nos ha mantenido vivos y sin embargo esperamos que de ello deriven resultados igual de satisfactorios. Sé que tengo que estar allí, yo lo deseo, hay alguien que me espera, un prometedor recuerdo en potencia se presenta en una oportunidad inmejorable.
Sin embargo al final vago, me pierdo, busco la privacidad en medio del segundo más grande público disponible: la calle. Aún ahí experimento subidas y bajadas. Tal vez debería de comentar esto con alguien más instruido. Sigo caminando, pensando en cuanta idea me permiten mis recuerdos, mis sueños, los idiomas y estructuras que conozco. La verdad podría ahogarme en todo eso. El dolor de cabeza confirma mi presentimiento. Aún así sigo recordando, trato de hilar las memorias en un sólo discurso, pero son demasiado aleatorios. Sólo un principio inducido de feminidad les da un poco de orden, mismo que al poco rato termina por romperse.
Tal vez hubo un punto en el que conseguí demasiada libertad. Cada vez que lo pienso recuerdo una frase de Aristóteles que más o menos decía que no se nos debía educar demasiado a los jóvenes por peligro de que utilizáramos nuestros conocimientos para satisfacer nuestras pasiones, sean estas nobles o bajas. Cómo tenía razón.
De todos modos, una vez estando en la vastedad del espacio público es inevitable tropezarse en algún punto y descubrir a la otredad familiar. La persona menos esperada llega y me saluda. Si algo me disgusta de ella es esa intención de socializar de más. Simplemente un “hola” hubiera bastado, pero claro, debemos de detenernos a comentar cosas de la cotidianidad. Algunas respuestas, frases preparadas para tal ocasión y me encuentro de regreso en el anonimato. Eso sí, el semblante alegre y la sonrisa a medio dibujar se me han quedado trabados. De ser un elemento diría que acabo de tener una reacción. Pensamiento suficiente para dejarme divagar más.
A dónde va todo esto? Qué hay detrás? De preguntárseme, diría que mis objetivos más grandes son (en orden de urgencia pero no de importancia): escuchar un auténtico y duradero “te quiero” para mí intencionado, tener una convivencia casi perpetua con esa persona de quien me he tenido que separar y preparar la milagrosa receta de defensa para un pueblo que se muere por sus propias manos y que como yo, vaga sólo sin saber a dónde mirar.
Porque debí haber ido, porque debí haber hablado, porque debí haber aprendido, porque debí haber actuado. Porque todo esto no debería estar en pasado.
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