17 de octubre de 2010

Perdiendo ganas todo.


(CC) Mátééé/Flickr


Hace poco descubrí una sensación curiosa, la que sientes cuando no tienes nada. No es por dramatizar, pero el sentir la pérdida súbita de diferentes cosas y relaciones provocan una especie de liberación no deseada. No estar atado a compromisos ni esquemas, sentir a la pobreza como el más directo camino a la elevación espiritual. A ratos suena agradable, justo antes de darse cuenta de la soledad implícita.

Todo comienza por un sueño. Una ilusión especialmente fuerte como para dirigir el curso de tu vida. Deseas alcanzarlo, razón suficiente para prepararte y hacerte de herramientas útiles para llegar a la meta. En este punto no es tu voluntad la única involucrada; también van tus gustos, opiniones y propiedades.Aunque no lo parezca, sin embargo, no has hecho más que empezar...

Luego debes dedicar tiempo, hacer sacrificios, apegarte lo más posible a un montón de reglas auto impuestas y confiar que algún día todo esto dará resultado. Empiezas a arriesgar dejando de lado tus alternativas, las posibles salvaciones. Dejarlo todo vale la pena, ¿o no?

(CC) Mark Cummins/Flickr
Justo en ese momento vienen las pruebas. Sin razón aparente las cosas cambian. El antes fuerte castillo se vuelve una hojita endeble. Se pierden cosas, se sacrifican otras en aras de no perder las más valiosas. El cuerpo solía estar entero, pero ha sucumbido al filo de la navaja. Así, abrumado por  la intensa herida, se ingenian remedios y reavivan esperanzas. Cuando un sueño ahoga la conciencia el hombre entrega todo para no pedir nada.

Al fin, ensimismado por lo arduo del camino, comienza a saborear el regalo prometido. El rostro se ilumina al verse tan cerca de aquello por lo que tanto se ha sufrido. Se tiene un corazón ligero, un ánimo limpio, un gusto renovado...

Tan cierto, tan bonito, jamás como aquél día, realmente al que debe llamarse el primero.

Pobre iluso, has confundido la gloria con un nuevo sacrificio, el que te hará desistir luego de perderlo todo. Verás lo más querido alejarse, mientras contemplas atónito lo sucedido. En ese momento llegarán a ti los problemas por largo tiempo ignorados, pasando una factura mayor a cualquiera de tus supuestos.

Finalmente te encontrarás perdido, sin el aliento para avanzar con nuevos bríos. En ese momento puedes elegir entre dos caminos. El primero, hundirte en la frustración de estar en medio de la nada sin un objetivo. La segunda es disfrutar la austeridad de haber perdido todo, incluso tus obligaciones.

Después de todo la carencia de lugar a la inventiva. Cuando no se puede perder nada es cuando tomamos cualquier riesgo. Disfruta entonces el haber perdido todo, ahora puede construirte un nuevo destino.

1 comentario:

  1. jajaja ya te voy a chocar por encontrarme en todas partes... pero apenas voy teniendo tiempo de leer
    yo tambien espero y estoy segura que todo te sera mas claro unavez ke estes fuera, el mundo y la vida se ven mas pequeños cuando te alejas de todo lo ke konoces y descubres muchas cosas de kien eres y kien kieres ser... sera fantastico!

    Aridevia

    ResponderBorrar