13 de octubre de 2010

La torre derrocada.

Hace más o menos cien años, en un pueblo perdido en el bajío del país, vivió Joaquín Arango. Afortunado dueño de una mente brillante y carente de suficiente dirección, aprendió de ciencias, artes y oficios más allá de lo conveniente. Como cualquier persona expuesta a esos peligros, pronto entendió la utilidad de ver más allá de lo que otros ven.

Movido por ello, empezó  a convencer a sus vecinos y amigos de la urgente necesidad de construir una torre. Después de todo, el pueblo era asaltado constantemente y necesitaba de un punto alto desde el cual vigilar; además serviría de monumento para las fiestas, decorándola con diferentes motivos según la ocasión. Para él, la torre sería el emblema definitivo de progreso y superación. Mucho más allá de las ilusiones habituales en ese pueblo olvidado y polvoriento, induciría una nueva concepción al pueblo sobre ellos mismos. Dejarían de pensar en cabañas para construir castillos.

Así pues, poco a poco convenció a cada uno de los habitantes del pueblo, desde el optimista constructor hasta el reticente panadero. Organizó a los hombres y comenzó el proyecto. Se excavaron los cimientos, levantaron las columnas y alzaron los muros. Sin embargo, una vez terminada la estructura comenzaron los disturbios. A esas alturas, las herramientas no eran lo único desgastado.

torreLa discordia había sembrado dudas entre los pobladores sobre las verdaderas intenciones de “El Capi” Arango. Desde el inicio de la construcción, Joaquín había acumulado más poder e influencia que el propio alcalde, si algo así es posible en un pueblo tan pequeño. La vida giraba en torno de la edificación, no dejando tiempo para cuidar cultivos o buscar otro sustento. Además, a causa de los elevados costos de una obra tan grande, los salarios eran todo menos completos.

Día tras día se acumulaba el descontento, resultando en jornadas flojas y trabajo mal hecho. Arango había pasado de líder a cautivo. Cada día se debatía entre sus ideales y las objeciones, buscando un punto medio donde calmar los ánimos para seguir construyendo. Durante un tiempo lo logró, más no pudo detener para siempre lo previsto.

Una noche, medio pueblo insatisfecho atacó la torre. Tiraron la puerta y quemaron la escalera que llevaba a la cima. Golpearon las paredes con picos y marros, intentando demoler el fruto injusto de su trabajo. El ruido levantó al resto del pueblo, entre ellos al atónito Joaquín Arango.

Con cada golpe veía caerse el sueño, el esfuerzo se desvanecía y lo perfecto en teoría parecía inútil y endeble en la práctica. La aparente fuerza de la torre, sin sus bases y la gente para construirla, no era nada. Su principal artífice veía desolado como desaparecía la grandeza. Derruida desde las bases por los propios que ayudaron a construirla. En un arrebato de rabia arengó a los pobladores indignados y se abalanzó con ellos hacia los saboteadores.

El siguiente episodio fue propio de un súbito ajuste de cuentas. Los hermanos divididos y derramando sangre. Golpes, gritos, balazos y confusión ante un monumento que los contempla impasible. El pueblo desvaneciéndose en su propio conflicto. Fue una noche imposible de recuperar.

Los pocos sobrevivientes contemplaron horrorizados la pesadilla y decidieron dejar su pueblo atrás. Cavaron fosas alrededor de la torre y depositaron ahí los restos de sus familiares y conocidos. Las lápidas de cada uno se tallaron de las paredes de la torre en una suerte de irónico deceso. Luego partieron. Cerrando la caravana iba un abatido Arango.

Las ruinas sobreviven, pero el proyecto ha muerto. En la tierra que dejo se quedan los sueños y los sacrificios, la torre derrocada es lo único que llevo.

1 comentario:

  1. tal y como ocurre en la realidad no lo crees?
    una idea buena casi nunca es bien recibida y cuando al contrario es bien juzgada con el tiempo se olvida, la gente quiere estar bien, pero si eso le cuesta poco más del esfuerzo para levantarse del sofá y apagar el televisor, por desgracia, termina casi siempre desechando la idea.
    Ni hablar. Buen detalle de la música evoca el sentimiento y lo concreta. Te seguiré si no te molesta :)

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