2 de abril de 2010

El porqué de los hombres

Recién caída la noche en Guadalajara, la luna comienza sin remedio a atender quejas. En la primera ventana una chica solloza con rabia y le pregunta: ”¿Por qué tienen que ser así? … Si le he dado todo, ¡Hasta lo que no he debido!” A su lado están los restos de un portarretratos recientemente hecho añicos; la foto que contenía ahora esta quemada en uno de los rostros. Ricardo, su hasta hace 30 minutos alma gemela, ríe abiertamente con Pamela, la mesera del restaurante donde él y su novia habían ido a comer aquella tarde.

No muy lejos de ahí, un adolescente de apariencia frágil y estereotipada le reclama en silencio y con rabia al orbe de plata, incapaz de gritarlo abiertamente, por temor a que la tragedia empeore. Repasa nuevamente la escena que hace tan sólo unas horas le dejó sin aliento y con gran decepción: Vuelve a ver a Raúl sonriente y acurrucado en los brazos de “Adonis”, su particular y semi perfecto instructor de gimnasio. Inmóvil en la puerta de la recámara, escondió la carta con tanto esfuerzo preparada y lanzó una mirada de desprecio a su imponente rival.

saddleMuy arriba de ambos, la luna suspira por tener que aguantar nuevamente este tormento, incapaz de resolverlo de una vez y para siempre cual santo remedio. Lejos de ahí, en un poste del “The Saddle Inn”, (un pequeño y escondido bar de la isla de Man) una placa vieja y desgastada tiene grabada la respuesta. En cuatro líneas brevemente esbozadas se dan las razones que vuelven, sino justos, al  menos lógicos los actos de infidelidades:

Si no fuéramos visuales no seríamos tentados

Si no fuéramos tentados no seríamos impulsivos

Si no fuéramos impulsivos no seríamos rebeldes

Si no fuéramos rebeldes no seríamos hombres.

Nadie sabe quien la escribió ni desde cuándo, pero todo aquel que la ve admite que en tan pequeño extracto cupo la verdad de un infinito número de casos.

1 comentario:

  1. interesante,muy uena descripcion de emosiones, lo imagine todo, bueno¡¡¡

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