15 de enero de 2010

Náufrago

Pacífico colombiano

Image via Wikipedia

Es un día soleado más que se pierde en la amplitud de un mar azul e infinito. La brisa va y viene suavemente sin decidir nunca a dónde dirigirse. En un desierto líquido de tales proporciones se encuentra una pequeña isla de apariencia caribeña. Virgen en sus costas y selvas, no es mas que un pequeño punto de contorno claro que se resiste a pasar desapercibido.

En ella desde hace algunos años habita un náufrago. Víctima del hundimiento de un pequeño pesquero del cual era polizón, ha adaptado su ínfima existencia al ritmo de la naturaleza. En su anterior vida, se dirigía a Colombia, con la firme y fútil intención de emular los recorridos que en otras épocas hicieran los grandes líderes libertarios. Sin embargo aquí era un nuevo ser humano, con una vida simple pero engorrosa.

El medio diariamente amenazaba con dominarlo y en respuesta el valiente perdido había logrado marcar su huella en la indomable selva: Una choza, trampas para los animales comestibles, troncos para cruzar el río, miradores en los árboles y refugios en las cuevas eran parte del entramado de civilización exótica que a base de esfuerzo, ingenio y orgullo británico había podido lograr.

Sin embargo, además de los ataques de las bestias y las inclemencias del tiempo, había un enemigo mucho más peligroso y difícil de combatir: la soledad. El hecho de ser único en muchos kilómetros a la redonda lo obligaba a aferrarse a su propia humanidad o perderse en su instinto animal. De entre las muchas frases y lecciones aprendidas durante sus años en la isla británica había oído formas de mantener la cordura y la civilidad, pero de nada servían gracias a una sola idea: la persona se define en función de quienes le rodean.

¿Cómo conversar con las guacamayas o jugar con las serpientes? ¿Enamorarse de una tortuga? ¿Consolar a un tucán deprimido? El pobre hombre estaba presto a darse completamente a otros ahora cuando no había nadie disponible para ello. No existía persona con la que compartir los triunfos o las penas, alguien a quien  sorprender con un regalo o regalarle una sonrisa. Un compromiso era ilógico sin una persona a la que atarse. En la libertad de una existencia aislada todo se resumía a él y su reflejo.

Sin alguien que le diga loco, no hay sentido en pensar si está bien o mal. Sin alguien con quien mostrarse débil y vulnerable era ilógico sentir emoción alguna. Sin alguien a quien admirar era tonto querer ser alguien más. Sin un compañero no hay sentido en ser humano.

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1 comentario:

  1. Interesante..
    Todo náufrago necesita aferrarse a otro ser humano para conservar su humanidad.
    Como todos los no náufragos (:

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