
Es viernes. Por definición es un día en el que hay que salir. Son vacaciones. Por definición es una época en la que se debe salir. Soy un joven, por definición soy una persona que tiene que salir. ¿Qué hago entonces? Me quedo. Afuera, las nubes grises de la lluvia expresan mi sentir muy dentro de mí. Dentro, la ausencia de sonido acentúa el alejamiento que me envuelve. Necesito hablar con alguien, necesito estar con alguen y poder contarle lo que me pasa, que muestre interés en lo que pienso, en lo que hago, en lo que digo, así como yo pondré igual atención en su vida. Quiero compartir mi vida.
¿Pero cómo hacerlo en un medio donde ya se me ha clasificado? Un lugar en el que la gente se ha esforzado por dejarme encerrado en una sola concepción, una concepción incapaz de poder divertirse o compartir de la manera que todos lo hacen. Para todos soy una enciclopedia viviente, alguien a quien no se ve fuera de la escuela... Una prisión casi perfecta.
¿Cuál es el resultado? Ahora me encuentro aquí, esperando que alguien recuerde mi existencia y por alguna razón me invite a salir. El silencio en mí representa la ausencia de amistad. El buscar comunicarme no es más que un intento de hacer que a gente me recuerde. A pesar de ser aún joven ya pesa sobre mí la preocupación por la trascendencia.
Mi primer deseo es correr y contárselo a alguien, mismo que reprimo al preguntarme ¿Y a quién se lo vas a contar? Cualquier "amigo" oirá las palabras e irremediablemente sentirá compasión. Entonces la solución vendrá por caridad y sólo será temporal.
Mi familia, quien debería ser mi principal fuente (al menos) de consuelo, es otro punto estéril. Mi madre siempre ha tenido este problema y yo mismo soy testigo que no le ha encontrado solución, sino que ha preferido vivir con ello. Mi padre, tan ajeno de la realidad de familia, haría más preguntas que me decepcionarían aún más, antes de darme el comentario de siempre. Mi hermano es menor, así que no puedo pedir ayuda a quien se supone debo cuidar,
Después de mucho buscar la única persona que me vino ala mente, fue la encargada del departamento psicopedagógico en el instituto. Al caer en esta conclusión mi sentimiento de depresión oprimió aún más mi pecho. No hay alguien más cercano a mí que ella para poder sacar la carga que tengo y esperar un apoyo que en verdad me oriente. Entonces vino a mí la verdad: no era la única, también estaba Dios. El problema es que con Él no puedo verlo, óir su voz directamente, no puedo hablarle como si fuera un persona que esté a mi lado... Sé que el me cobija, pero también sé que no me puede abrazar.
Para este punto las lágrimas ya se han apoderado de mi rostro. En medio de la oscuridad, los sollozos son el único sonido que me acompaña. ¿Por qué tengo que sufrir este dolor? ¿Por qué he de refugiarme en otras cosas como el trabajo para sentirme un poco liberado de esta carga? No lo sé. Pero la solución es algo que tiene que llegar, algo que tengo que seguir buscando a pesar de días como este en que siento que no puedo más.
¿Pero cómo hacerlo en un medio donde ya se me ha clasificado? Un lugar en el que la gente se ha esforzado por dejarme encerrado en una sola concepción, una concepción incapaz de poder divertirse o compartir de la manera que todos lo hacen. Para todos soy una enciclopedia viviente, alguien a quien no se ve fuera de la escuela... Una prisión casi perfecta.
¿Cuál es el resultado? Ahora me encuentro aquí, esperando que alguien recuerde mi existencia y por alguna razón me invite a salir. El silencio en mí representa la ausencia de amistad. El buscar comunicarme no es más que un intento de hacer que a gente me recuerde. A pesar de ser aún joven ya pesa sobre mí la preocupación por la trascendencia.
Mi primer deseo es correr y contárselo a alguien, mismo que reprimo al preguntarme ¿Y a quién se lo vas a contar? Cualquier "amigo" oirá las palabras e irremediablemente sentirá compasión. Entonces la solución vendrá por caridad y sólo será temporal.
Mi familia, quien debería ser mi principal fuente (al menos) de consuelo, es otro punto estéril. Mi madre siempre ha tenido este problema y yo mismo soy testigo que no le ha encontrado solución, sino que ha preferido vivir con ello. Mi padre, tan ajeno de la realidad de familia, haría más preguntas que me decepcionarían aún más, antes de darme el comentario de siempre. Mi hermano es menor, así que no puedo pedir ayuda a quien se supone debo cuidar,
Después de mucho buscar la única persona que me vino ala mente, fue la encargada del departamento psicopedagógico en el instituto. Al caer en esta conclusión mi sentimiento de depresión oprimió aún más mi pecho. No hay alguien más cercano a mí que ella para poder sacar la carga que tengo y esperar un apoyo que en verdad me oriente. Entonces vino a mí la verdad: no era la única, también estaba Dios. El problema es que con Él no puedo verlo, óir su voz directamente, no puedo hablarle como si fuera un persona que esté a mi lado... Sé que el me cobija, pero también sé que no me puede abrazar.
Para este punto las lágrimas ya se han apoderado de mi rostro. En medio de la oscuridad, los sollozos son el único sonido que me acompaña. ¿Por qué tengo que sufrir este dolor? ¿Por qué he de refugiarme en otras cosas como el trabajo para sentirme un poco liberado de esta carga? No lo sé. Pero la solución es algo que tiene que llegar, algo que tengo que seguir buscando a pesar de días como este en que siento que no puedo más.
Hola:
ResponderBorrarTe saludo y te felicito por tu blog. Y, de paso, te mando un enlace al mío por si quieres echarle un vistazo.
Saludos: Cas_orla
1- Para ti desde Granada:
http://laricp-desdegranada.blogspot.com/
2- Tus últimos días en Granada:
http://laricp-casorla.blogspot.com/
3- El joven de la túnica blanca:
http://tunicablanca.blogspot.com/