25 de junio de 2007

In spite the rose has fallen


In spite the rose has fallen, the beauty that belongs to its shape has not vanished.

Una frase que más allá de su sentido metafórico, se acerca bastante a lo que aún siento por aquella niña. Suena patético hasta a mí mismo el encontrar la misma frase estúpida, resonando todo el día en mi mente, hasta que sin contemplación me dedico a lo único que sé hacer para recordarla, añorar dulcemente su recuerdo.

Realmente dudo si lo que pienso sentir es verdadero o es solo el producto de otras necesidades que no me dejan definir las cosas. Para cualquier razón la cuestión es que sigue presente en mis pensamientos y eso me hace imaginar muchas cosas.

Ya he hecho la promesa de no volverla a buscar, y sin embargo para mis adentros tengo otra promesa de encontrarla a toda costa. Su existencia y la relación que tenga conmigo se ha vuelto una completa paradoja llena de curiosas reflexiones, todas apuntando al amplio horizonte de las posibilidades infinitas.

Dejando atrás ese ya viciado tema, me alegro de por fin empezar un nuevo proyecto. Esto del periodismo se ha convertido en una pasión poco a poco y el estar escribiendo estas líneas sin sentido de pronto encuentra su motivo en el sueño de poder publicar algo que algún día sea leído. Supongo que así es como empieza cualquier escritor novato y sin experiencia.

De pronto pareciera que todo lo que quiero puede ser alcanzado si se hace el esfuerzo necesario. Las fronteras parecen más alejadas para mí que para otras personas y sin embargo me siento igual o aún más desprotegido. El estar de frente a esta inmensidad que amenaza con absorberme en su profundidad me mantiene en este, mi lugar.

Se acerca por el oeste el verano débilmente y con pocas perspectivas de actividad más allá de la plena vagancia en casa. Ocasionalmente surge en mí el deseo de dejar esta silla y hacer el esfuerzo de mantenerme en forma aunque sea con 15 minutos de liberación de endorfinas. Aún con el tentador premio de la felicidad inducida me cuesta trabajo hacerlo. Creo que tengo complejo de obeso.

Fin del camino, parece que por fin se me acabo la gasolina. El deseo de explorar ha quedado satisfecho y el aliciente de ver las huellas en tramo recorrido me animan a volver a buscar el preciado combustible que me deje andar un tanto más.

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