5 de enero de 2011

Eres pobre.

Como cada día te levantas en el silencio donde no hay nada, ni música que te arrulle, ni el olor de un delicioso desayuno para ti hecho; mucho menos una voz que te acompañe.

Te incorporas e instantáneamente descubres todas tus pertenencias expuestas en el piso en las posiciones que ocuparían si estuvieran en estantes, mesas y cajones. Tomas la misma playera y el mismo pantalón de ayer para evitar ensuciar más ropa. Hurgas en la bolsa de la comida buscando algún pan completo, pero sólo queda una mitad y dos galletas. La primera está dura, las segundas muy aguadas. De todas maneras las tomas y las acompañas con algo parecido a café frío. Tomas tu vieja y algo rota mochila y sales a la calle.

Lo bonito de ir caminando es que vas descubriendo los detalles de las cuadras que si fueras en autobús no podrías ver. Librerías con tomos de muchos tamaños y colores, cafés y restaurantes con diferentes decoraciones y olores, tiendas con más productos, anuncios y ofertas de las que hayas podido imaginar, inspirándote en una manera ciertamente peculiar. Consumiendo sin pagar, tomando sólo las ideas que afortunadamente no te pueden cobrar.

Además hay otros dos efectos: luego de un rato tienes una tendencia a buscar opciones, a descubrir otras marcas, a comparar minuciosamente los beneficios. Lo que es mejor, aprendes a poner prioridades según la regla básica “no alcanza para todo”. Hay que optimizar el dinero, el tiempo, los viajes, el peso, el espacio, los alimentos y otras cosas que para ahorrar letras es mejor no mencionar. Al final la promesa de un mayor beneficio bien lo vale.

Ésa es precisamente la clave que vuelve la carencia soportable, la firme creencia de encontrar al final el fruto. Gracias a ella el sacrificio se vuelve edificante, la dificultad aleccionadora y el deseo canalizable. Porque al final, ¿qué hay de grandioso en lograr algo cuando se tiene todo? ¿Cómo puedes emocionarte al recibir de otro un regalo que puedes procurarte diariamente? ¿Donde queda la auténtica maravilla al valorar los pequeños detalles de la vida? Si todo gira en torno a ti mismo y a la manera de procurar únicamente tu mayor placer y beneficio, simplemente no puedes entender otra realidad.

Tu bien sabes que todos necesitan algo, en especial los que dicen haber conseguido todo. Pareciera que en ti esa necesidad es más evidente, pero nadie sabe los vacíos que se guardan en el interior. Si lo ves así muchas veces es mejor ser pobre.

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