23 de mayo de 2010

En un claro de bosque. (II)

3205177796_6834a3f8ba_oEra obvio que creía en las hadas, sino no las habría visto y escuchado. Lo que no fue tan lógico fue  que necesitara de ellas. Nada más comprender su ausencia, corrí en la dirección de su partida. Ahora viejo, al recordar todo aquello entiendo que a partir de ese momento comenzaron los momentos más felices de mi vida. Por espacio de unas horas, un conjunto de visiones me llevaron a un mundo paralelo y fantástico, de apariencia divinamente carnal y mística. Aún no he muerto y tal vez por ello peque al mencionarlo, pero de poder ir al cielo llegaría a un mundo extrañamente conocido.

Luego de un rato entre arbustos y ramas llegué a otro claro. En el había un estanque rodeado de piedras blancas, en cuyo centro un montículo hacía las veces de isla. Sentada, con ojos soñadores y sonrisa calma, estaba un hada verde. 2104370160_ccec434906_oSu cuerpo era delgado, algo pequeño comparado con el tamaño de otras hadas que recordaba. De su cabello brotaban flores de colores vivos y exóticas formas, brotaban de su centro como botones de rosa, y a medida que bajaban iban abriendo sus pétalos hasta desprenderse y florecer en la tierra que caían, de tal manera que el hada parecía caminar únicamente sobre ellas.  Dejando la recién floreada isla se acercó, envuelta en un aroma fresco y enervante. Se detuvo a un palmo de mis ojos y revoloteando con sus alas tintineantes tomó una de las flores que caían de su cabellera, cristalizándola al momento de tocarla.

Nada más recibirla, todo cuanto había en el claro desapareció. No había rastro de estanque, flores o hada. Cuando volví a ver el cristal en mi mano, vi su rostro mientras una voz me susurraba "cuando vuelvas...".

Seguí mi camino. Mientras intentaba llegar a un nuevo claro veía destellos morados y dorados no muy lejos de mí, señal sin duda de que estaba cerca. Seguí animado por la combinación de colores y la ilusión de qué podría encontrar.

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