17 de febrero de 2010

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bcn5 Son las 8 de la noche en el barrio de Grácia. Por las carrers angostas y oscuras deambulan más motonetas ruidosas que personas. Siendo una urbe tradicionalmente nocturna, Barcelona en realidad despierta a un “día” más de existencia. Los forns y comercios cierran sus puertas y las cruces luminosas del farmacéutico brillan como improvisadas estrellas de un cielo moderno. Ahí, caminando sin rumbo fijo y con mirada perdida va Adrià.

Anda por passeigs y dobla en las esquinas, pasa locutorios y atraviesa avenidas. Los balcones y ventanas de los altos y antiguos edificios disminuyen lentamente la saturación de pensamientos de la misma manera que absorben la luz del sol por la mañana. Divaga disfrutando del recorrido tanto como de sus ideas. Explora lentamente las posibilidades, los nuevos caminos, pinta el futuro con trazos delgados y tenues, como queriendo dirigirlo pero no manipularlo. Sin duda la composición es compleja, la paleta está cargada, pero con un poco de pericia hasta del mayor caos se obtiene la calma.

Tal vez en el exceso de recursos encuentre la simpleza, pudiera intentar dirigir el curso de una turba enloquecida en un flujo de fuerza encaminada, quizá las circunstancias jueguen de su lado, a lo mejor el paso del tiempo le ha favorecido y en un arranque de originalidad y buen atino dice las palabras adecuadas en el momento adecuado: Estar presente en el lugar exacto para mostrar el perfil correcto. Pudiera existir la posibilidad de que el cielo que tras los gigantes de muros se asoma, sea más una invitación a perseguir el sueño y no una cruel broma… En su labios se insinúa una sonrisa que en su inocente recorrer cuánto cubre la mirada, encuentra su abrupta muerte.

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Frente a él, a poco más de una cuadra de distancia, están Josep y Llucía envueltos en un abrazo. Ella recarga su cabeza en el hombro de él para luego dejar que la imite. En silencio y con los ojos cerrados, respiran seguros en la calidez de sus emociones aflorando. Con un gesto espontáneo, ella voltea hacia el cuello de él. Él la conforta en los brazos y vuelven a abrazarse como reposando la energía, atesorando el momento. Un encuentro repentino que detiene el agitado ritmo surge en medio del caos de sus vidas.

Inmóvil contempló toda la escena, como quién busca comprender algo que de inicio le interesa aunque poco o nada entienda. Se fijó en cada detalle, cada caricia, encontrando la verdad que desde hace poco se insinuaba. Quizá todo se explicara con un engaño, un falso escenario que sirva de capa a la realidad encubierta, evitando así los problemas y fricciones. Después de todo, al verlos de lejos todo parecía funcionar perfectamente, sin la adición innecesaria que tanto había provocado. Tal vez el destino está escrito aún cuando sus protagonistas lo nieguen y desconozcan. El anhelado escenario que fútilmente intentó ser recreado fluía de manera natural entre ellos, y si de alguna manera él intervenía, era con el silencio y reposo que guardaba.bcn6

Silencio y reposo…

Aunque el detalle en sus labios le atrajera, debía de pasarlo desapercibido.

A pesar del placer en la cadencia, debía formar en su rostro la indiferencia.

Sobre el abrazo que quisiera debía reinar la compostura.

A la conversación profunda se debe imponer la ansia muda.

Silencio y reposo que todo lo olvidan.

Tomó un respiro, miró hacia el cielo que cruel reía y siguió su paseo. A medida que avanzaba las calles se volvían más oscuras, las estructuras más altas y el vacío que llevaba afectó su fuerza pero aligeró la carga. Casi al acabar el recorrido por el barrio, es decir, cuando su decisión llegaba a sus últimas consecuencias, se encontraba sereno y con la voluntad presta. Complacer el deseo (aunque sea ajeno) que en origen precede y en importancia supera, debe ser la clave para evitar los diarios pleitos y la fricción que le aqueja.

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