31 de diciembre de 2009

Placer peligroso (I)

Luego de varios meses de planeación y preparativos, la construcción del Complejo Tecnológico había terminado. Tras limpiar los espacios que iban a ser lugar del evento, se ofrecía una fiesta de coctel para todas aquellas ilustres y renombradas personalidades del ámbito social local: Inútiles varios con grandes sumas de dinero y cuya pobre opinión ha forjado más de una reputación. De modo que el objetivo era claro, las autoridades municipales y estatales deseaban presentar a su joven vástago de dos hectáreas en sociedad.night

Dentro de los protocolos de semejante frivolidad, era imposible que el Ingeniero Raúl Solís, responsable de la obra, pudiera escapar. Estaba condenado por alrededor de seis horas a sonreír a todas aquellas personas que hace tan sólo un par de meses le habían impedido consumar el proyecto de tantas maneras como les fuera posible: A Don Ramiro de León, el presidente de la Asociación de Control Forestal que nada más enterarse del proyecto, mandó a cientos de acarreados a amarrarse a toda planta que pasara su cintura dentro del terreno; Doña Carolina Sigüenza, secretaria del Grupo de Papelerías Unidas que interpuso no una, ni dos, sino tres demandas contra la construcción por considerarla “una amenaza latente para el desarrollo económico del sector papelero en la ciudad”; la SEÑORITA Dolores Santos, amiga de “Doña Caro” que intentó detener la obra cuando literalmente se tiró frente a una excavadora, con la misma técnica de los futbolistas novatos, alegando atropellamiento. Pasó también Carlos Matamoros, el del tráfico de drogas entre los trabajadores; Anita de la Rosa, la supuesta violada por los veladores; Lucía Alvarado, la que mandó a robar las herramientas y cables de cobre; Omar Centeno, que mandó a cortar las tomas de agua y el muy querido Raulito Mendoza, el tocayo que alegó desvío de recursos y lavado de dinero.

ella Parecía que la lista de invitados se había terminado cuando en el fondo de la explanada que presenta al complejo una silueta provocadora y femenina apareció. Impecable era aplicable sólo para referirse a su etiqueta y atuendo: bajo estos formalismos propios de la “celebración” se escondía muy superficialmente un cuerpo de perdición y encanto. Una extraña mezcla de elegancia e indecencia, con su mirada a medio descubrir y sus labios color carmesí era el centro de atención de los honorables “caballeros” que la rodeaban.

Como era de suponerse, el veneno no se hizo esperar. Miradas furtivas y susurros dispersos le rodeaban como a alguna princesa de cuento le rodearan los pajarillos. Qué si su escote era muy grande, su tacón muy alto, su apariencia demasiado exuberante… nimiedades que las (en público) muy costumbristas damas de sociedad lanzabas ferozmente en un intento de derrocar a la desconocida de su pedestal. ¿Pero cómo atacar a quien no tiene identidad? Nadie daba con su nombre o procedencia, pareciera sacada de la tierra, una ninfa perdida en la noche fresca que el verano amable prodigaba.

No fue necesario mucho tiempo para reconocer que quien fuera, iba tras el Ingeniero Solís. Nada más abrirse la pista de baile, buscó (o mejor dicho tomó) algún hombre joven y bien parecido que le sirviera de pretexto para tentar más de cerca al jefe de obra con su cadera hipnotizante y ritmo cadencioso. Pieza tras pieza rondaba por la mesa de honor, mirando de reojo a Solís como una leonesa observa a su presa. Tal fue su descaro que en uno de sus movimientos más incitadores, el alcalde, sentado a un lado le preguntó: “¿Es acaso tu novia? Vaya que esta enamorada, esa manera de mirarte no deja nada a la imaginación.”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario