Son las 5 de la tarde en Estocolmo y desde las residencias del centro Wenner-Gren, Halster contempla el frío haz solar desvanecerse en el horizonte. Como de costumbre, las horas de espera se vuelven eternas, y las ganas de hacer algo diferente a recordar memorias se desvanecen.
Estando en uno de los complejos de desarrollo científico más prestigiosos de la capital sueca desde su fundación hace 70 años, con la posibilidad de llenarse de tanta información como le fuera humanamente posible y la oportunidad de servir a una de las múltiples necesidades que la crisis global produjeron desde hace un tiempo, simplemente se dedica a reflexionar sobre su dilema personal. Pensaría en lo egoísta y mundano de su proceder sino fuera porque su mente no corresponde ya a la de un hombre joven y soñador como debiera, sino más bien a la de un pensador liberado de las cargas sociales y preso de los sentimientos que lo vuelven humano.
Desde hace 3 años sirve a la Dra. Janna Svendsen, una brillante científica que ganó su renombre al lograr tele transportar una piedra eliminando la decoherencia cuántica. Fanática de desafiar las ideas clásicas de la mecánica cuántica, suele pasar la mayoría del tiempo en su laboratorio, regresando a su departamento sólo para comer, cambiarse o pagarle a Halsten por sus servicios. A pesar de ello el joven empleado se esfuerza en hacerle esos breves momentos agradables, a menudo sorprendiéndola con platillos casi tan buenos como los que hace 30 años existían o preparando proyecciones de los antiguos paisajes naturales.
Es increíble que haya estudiado seis años en ciencias cuánticas para terminar de mayordomo.
Al principio pensó que con el pasar del tiempo, la relación de confianza iría fortaleciéndose y eventualmente la acompañaría al laboratorio a participar de sus experimentos. No obstante en lo que llevaba con ella, había logrado volverse un amigo de confianza que solo veía ocasionalmente.
Y así soy la persona a quien más frecuenta.
Parecía que estuviera absorta en un juego de infinita creatividad, misterio y acertijos. Era como si cada ensayo fuera un lienzo que con la sucesión de procedimientos fuera llenándose de pinceladas, formando un paisaje cuya belleza sólo ella podía apreciar.
Sólo así me explico que llegue radiante de felicidad y me transmita toda su alegría con su sonrisa amable y su humor sencillo…
O tal vez haya otra explicación…
Hurgando en un bazar de libros en Östermalms Saluhall encontró un viejo libro titulado “Why we love”. Según la autora, existían evidencias científicas y lógicas para probar, reconocer y producir el amor. Divertido por lo fantástico de la oferta, lo leyó y en menos de lo que esperaba ya se encontraba aplicando lo aprendido con la mujer más próxima: su jefa.
Así, lo que empezó por diversión se convirtió en una verdadera trampa. Poco a poco fue perdiendo el apetito y el sueño, se fue olvidando de su desarrollo profesional o la relación con su lejana familia. Se concentraba en derrochar toda su vitalidad y energía en las breves visitas de Janna, por demostrarle cuán apto era para estar con ella, por darle muestras indirectas de su compromiso, fidelidad y atracción con la esperanza que las descubriera de repente en medio de sus experimentos.
Tal vez así ella tome el teléfono de pronto y escuche esas frases que tanto han resonado en mis sueños:
“¿Qué sientes? ¿En verdad me quieres?”
Sin embargo debía ser realista, aquélla no era precisamente la época de la dominación masculina. Alguien de su género y posición estaba en clara desventaja al intentar conquistar a una mujer como la Dra. Svendsen. Con su exhaustiva preparación y perspicaz personalidad era un símbolo de la nueva posición de la mujer. Líder, dueña, activa: sus emociones seguían presentes pero eran controladas. Aún cuando llegara a sentirlo, la incapacidad de dedicarle tiempo a una relación personal y la justificación de una sólida trayectoria no le permitirían volverse así de vulnerable ante un hombre, que de buenas a primeras, no mostraba más que una intensa obsesión y buenas intenciones.
“No sé lo que quiero” sería la respuesta más probable.
La pregunta era clara: ¿Seguir o no? De entregarse podría revivir un sentimiento casi extinto desde que el hombre agredió al clima. Podría traer el pensamiento de la arcaica autora que afirmaba que aún en un millón de años más, el amor sería lo que siga moviendo a la humanidad. Podría salvar la emoción más básica que se puede dar entre un hombre y una mujer. En sueños incluso imaginaba que podía renovar la fuerza que sostuvo a la sociedad.
De negarse se salvaría de ser un ingenuo soñador. Reconocería como todo el mundo que los tiempos han cambiado, y con ello muchas de las tradiciones de los tiempos antiguos. La naturaleza que tanto tiempo se preservó se daría una vez más por perdida. Podría evitar un daño innecesario, podría aprovechar su tiempo en el crecimiento de los bienes del alma, convenciéndose que aquello y no algo más es el mejor juicio.
Podría salvarse él y dejar morir al mundo, u ofrecerse en sacrificio e intentar salvar lo que queda de Humanidad.
En cualquier momento Janna regresaría, abriría la puerta y saludaría de la manera en que siempre lo hace. Para entonces la simulación de un claro de bosque tropical debía inundar la habitación como el ardor de su adicción llena su corazón.
O un sencillo saludo y una sonrisa ligera, cubriendo el hueco de una akrasia que finalmente se extinguió.
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