3 de junio de 2009

Presiones del sistema

veneno Dulce veneno que se infiltra en mis venas. ¿Cuántas heridas fueron necesarias? ¿Cuántas lágrimas necesita la letal dosis? Nimiedades académicas que el deseo permite olvidar.

A los pocos instantes de haber entrado, los estimulantes componentes empiezan su delirante efecto. Fantasmas de épocas pasadas, demonios convertidos en ángeles que con sus alas no pueden disimular el sulfúrico aroma de las profundidades, se arremolinan en mi pecho para  embrutecer el dolor cual tosco bálsamo.

En un sentido moderadamente estricto, el permitir sucumbir ante semejante sustancia es absolutamente malo. Más si se le juzga en un plano algo más heterodoxo, resulta ser el inocente remedio a una escasez sumamente anunciada.

Elecciones, elecciones, todo mundo debe hacerlas. Y a pesar de no ser moralmente correcto, es más que evidente que las partes han juzgado el costo marginal mucho menor que los suculentos beneficios…

Imagen basada en la original de MarkyBon en Flickr

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