Una vez más me encuentro aquí, rodeado de oscuridad, tratando de enfrentarme a mi mismo. Incesantemente la razón fría quiere venir a protegerme de lo duro que es el golpe de vacío que llevó dentro y cual trampilla sólo busco disimular.
La música, una de mis artes aliadas, me lleva poco a poco a ver aquel lugar vacío de quién yo desesperadamente quiero encontrar. Ante mi sólo veo un vacío oscuro y al cerrar los ojos surge la visión de ella, mi guía, mi refugio, mi causa. Pero no puedo ver quién es. Quiero sentir sus brazos rodearme, cuidarme, envolverme y lo único que siento es el espacio libre que me deja moverme en todas direcciones. Surgen el llanto. Vuelvo a imaginar esa silueta blanca, su rostro bondadoso y tierno pero desconocido que me recuerda: ella no existe.
Pienso, todos creen que quiero cosas que no deseo. Hay quienes me ven como algo a lo que recurrir, y llega la primera pregunta, quién no me trata sólo porque es necesario? Acaso siempre he estado realmente sólo y no lo he querido notar? Por qué si quiero compartir al final del día me quedó con las manos tan llenas y el alma tan vacía?
Cada cuanto busco y llegó a encontrar un faro de luz, de esperanza que me hace pensar que tal vez sólo sea una mala pasada. Incluso esa luz comienza a descomponerse en los matices de su rostro, el que tanto busco. Pero de la nada la luz acaba, el sueño termina y busco escapar rápidamente al dominio racional, para ahí derramar lágrimas por quién creí encontrar y perdí.
En momentos así me pregunto, hasta cuando seguirás así? La razón despiadadamente me ve desde lo alto de su estrado insensible y en ese punto su frialdad se vuelve mi calma.
Pronto llegan los cuestionamientos, las discusiones, los procedimientos, los estudios, las planeaciones que al realizarlos y estudiarlos me dan seguridad y estabilidad. Realizarlos me da armas para derrotar temporalmente la soledad y llenar el hueco de felicidad con pasión, optimismo, victoria y guerra. Pero eso no es felicidad. Me hace perder mi voluntad y deja un motivo en mi contra para la próxima afrenta.
No me gusta decirlo a alguien más aunque el dolor me traspase porque no quiero atención por lástima o caridad. La felicidad que busco está en la felicidad misma, no en la ausencia de ella. Mostrar mi realidad no ayuda más que a atarme a ella. De los contrastes tan marcados no se puede obtener la empatia, sino sólo una mediocre suavidad en los bordes.
No quiero resignarme, no quiero dejar de buscar, pero no puedo evitar desmoronarme cada vez que no encuentro más que mi sola verdad.
A mi lado sólo está mi razón y la música. Fieles testigos que no hacen más que mirar.
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