
Ayer, mientras iba en el transporte público, descubrí a un tímido sujeto que tenía facha de artista. Su porte descuidado, su barba a medio crecer, la ropa holgada que usaba, obviaban su naturaleza. Sentado del otro lado del autobús, era fácil distinguir su improvisada libreta donde garabateaba las ideas que de pronto le venían a la cabeza. Era obvio que su mente estaba en otro lado, muy lejos de donde estaba su cuerpo. Tal vez estaba buscando una musa, tal vez ya la había encontrado en los asientos cercanos. No lo sé.
Sin embargo, si pude darme cuenta de algo: Por mucho que lo intente yo sólo soy un diseñador. Comparado con él, el artista, la diferencia se hizo notoria. Aunque ambos vamos detrás de la belleza, él se envuelve en ella, la hace suya y la usa para expresar el mensaje que ha llevado guardado por tanto tiempo. Yo sólo la uso para darle un uso práctico en la vida, aunque a veces ni siquiera pueda entenderla. Por decirlo de otra manera, si la belleza fuera una mujer, aquél artista es su esposo y yo sólo soy su ingrato y vulgar amante.
Sigo observándolo, lo veo dibujar poco a poco una forma humana... Creo que es un hombre. Sus trazos son más bien para amarrar la idea que se le acerca, más que para apoderarse totalmente de ella. Ahora se dedica a hojear sus notas y bocetos anteriores. Vaya que esa libreta es valiosa. Ha llegado el momento de bajarme, quisiera poder acompañar más al artista, y con cierto descontento me dirijo a la salida cuando veo que el artista también ha decidido bajarse. ¡Eso si que es suerte! Lo dejo que me adelanté, ahora yo me dedico a seguirlo. Su libreta ya no está, ahora se dirige con mucha prisa a algún lugar que curiosamente parece estar por el rumbo que yo tengo que seguir... Cómo si fueramos a ver a la misma mujer.
Después de un rato el artista empieza a apretar el paso, sin duda ha tenido un momento de inspiración genial o mi presencia lo ha inquietado. ¿Será que esta impaciente por tener un momento de privacidad para crear? Cualquiera que sea la razón, me ha puesto a correr. Atraviesa calles, da vueltas pronunciadas, todo con tal de deshacerse de mi ( o de llegar pronto). Pronto será tiempo de que yo deje la calle por la que el artista va caminando, a menos que él también de la vuelta en la siguiente esquina...
Y así lo hace. Pareciera que en verdad vamos al mismo lado, o que en verdad lo estoy persiguiendo. Cruzo al otro lado de la calle para que el artista pueda verme y tal vez así pueda tranquilizarse. Ahora que camino casi a su altura, el cuadro que formamos me lleva a pensar que él como artista y yo como diseñador perseguimos la misma meta. Tal vez sea una feroz competencia, tal vez sólo un recorrido que hacemos por la misma vereda, el punto es que seguimos el mismo rumbo.
De pronto, mi camino ahí termina y debo dar de nuevo la vuelta, mientras que él sigue adelante, recto hacia su próxima creación. Quisiera poder acompañarlo, pero después de todo yo sólo soy un diseñador.
Sin embargo, si pude darme cuenta de algo: Por mucho que lo intente yo sólo soy un diseñador. Comparado con él, el artista, la diferencia se hizo notoria. Aunque ambos vamos detrás de la belleza, él se envuelve en ella, la hace suya y la usa para expresar el mensaje que ha llevado guardado por tanto tiempo. Yo sólo la uso para darle un uso práctico en la vida, aunque a veces ni siquiera pueda entenderla. Por decirlo de otra manera, si la belleza fuera una mujer, aquél artista es su esposo y yo sólo soy su ingrato y vulgar amante.
Sigo observándolo, lo veo dibujar poco a poco una forma humana... Creo que es un hombre. Sus trazos son más bien para amarrar la idea que se le acerca, más que para apoderarse totalmente de ella. Ahora se dedica a hojear sus notas y bocetos anteriores. Vaya que esa libreta es valiosa. Ha llegado el momento de bajarme, quisiera poder acompañar más al artista, y con cierto descontento me dirijo a la salida cuando veo que el artista también ha decidido bajarse. ¡Eso si que es suerte! Lo dejo que me adelanté, ahora yo me dedico a seguirlo. Su libreta ya no está, ahora se dirige con mucha prisa a algún lugar que curiosamente parece estar por el rumbo que yo tengo que seguir... Cómo si fueramos a ver a la misma mujer.
Después de un rato el artista empieza a apretar el paso, sin duda ha tenido un momento de inspiración genial o mi presencia lo ha inquietado. ¿Será que esta impaciente por tener un momento de privacidad para crear? Cualquiera que sea la razón, me ha puesto a correr. Atraviesa calles, da vueltas pronunciadas, todo con tal de deshacerse de mi ( o de llegar pronto). Pronto será tiempo de que yo deje la calle por la que el artista va caminando, a menos que él también de la vuelta en la siguiente esquina...
Y así lo hace. Pareciera que en verdad vamos al mismo lado, o que en verdad lo estoy persiguiendo. Cruzo al otro lado de la calle para que el artista pueda verme y tal vez así pueda tranquilizarse. Ahora que camino casi a su altura, el cuadro que formamos me lleva a pensar que él como artista y yo como diseñador perseguimos la misma meta. Tal vez sea una feroz competencia, tal vez sólo un recorrido que hacemos por la misma vereda, el punto es que seguimos el mismo rumbo.
De pronto, mi camino ahí termina y debo dar de nuevo la vuelta, mientras que él sigue adelante, recto hacia su próxima creación. Quisiera poder acompañarlo, pero después de todo yo sólo soy un diseñador.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario