11 de diciembre de 2010

Regalo

little red gift

Hoy he decidido regalarme un día de honestidad mordaz. De esa que atropella gustos e hiere susceptibilidades, la que sería más cruda que la verdad de no ser porque dejaría de ser ella misma. Junto a ella decidí obsequiarme una de esas preguntas tontas típicas del de vez en cuando, esas dudas fugaces aparentemente tan atractivas hasta que alguien pasa una mano frente a nuestros ojos rompiendo el encanto.

¿Qué es un regalo? ¿Es la intención de aprecio escondida en los coloridos motivos de un papel absurdamente caro? ¿Es el misterioso objeto de deseo que se escapa de nuestra imaginación hasta que lo vemos radiante en un escaparate al que nunca debimos mirar? ¿Es el gesto amigable de aprecio entre dos personas o la recompensa vil por el buen servicio en la compañía de una persona? ¿Es libre o forzado por una fecha sin pasión celebrada? ¿Es tan efímero como un auto blindado o tan permanente como una caricia confesoria al oído susurrada? ¿Es la forma fácil de pagar las ausencias pasadas, presentes y futuras? ¿Es todas estas cosas o ninguna?mistery gift

Casi siempre regalamos a otros, olvidando regalarnos a nosotros mismos. Regalamos lo que pensamos que son otros esperando coincidir con lo que esos otros piensan que son, aunque luego nos quejemos cuando nos digan “¡Deberías de saberlo!”. Con los regalos hablamos halagando, mintiendo, hiriendo y bromeando como haríamos con las palabras de nuestro dialecto cotidiano. Regalamos estímulos a cada uno de nuestros sentidos, cuidando de no obsequiar música al sordo, fotos al ciego o buenos deseos al consumista.

Damos tantas cosas tan distintas que pareciera que partimos el regalo original en pedacitos, tal vez por eso también los llamamos detalles. ¿No será que nos queremos guardar una parte para nosotros mismos? ¿No seremos nosotros mismos? Después de todo en la variedad de personalidades está la diferencia en formas, precios, colores, tamaños y propósitos. En ellos nos reconocemos y queremos ser reconocidos, llegando al extremo de poner una etiqueta que diga claramente quien ha sido. Incluso personificamos al regalo, igual de llamativo, sustancioso, significativo, único y simpático como el mejor obsequio ya recibido o aún deseado, pero con un alcance mucho más amplio: nada menos que un alegre y alterado Quijote que pese a lo obeso y demente cada año da la vuelta al mundo en una noche. Sí claro.

¿Por qué no simplemente dejamos de darle vueltas al asunto y nos regalamos a nosotros mismos? La percepción de objetos y tacaños será proporcional al autoestima de cada uno, pero aquellos que si lo entiendan sabrán reconocer lo valioso de esta propuesta. Así que a buscar un moño del tamaño y una bolsa a la medida que esta vez la Navidad tendrá muchos muñecos.

 

us holding hands

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