25 de junio de 2007

Todo por culpa de la soledad


Ahora que tengo el tiempo de hacer todo lo que había querido hacer en mi exiguo tiempo libre, encuentro difícil empezar alguna de esas actividades. Termino siendo presa del ocio y llegando a tocar límites que desafían a la moral, me desmorono derrotado en la vagancia dentro de las cuatro paredes que me retienen.

Sé una sola cosa, quiero salir. Quiero conocer a quienes no pude al momento de dejar el entretenimiento por la excelencia. Quiero vivir las experiencias a las que en el futuro llamaré buenas memorias, quiero recorrer los caminos de felicidad compartida.

A veces me asalta la sombra de lo que alguna vez fue una bonita relación. Y es que por más utilitaria que suene este término, solo puedo llamarlo así. No hubo más que buenos augurios, sólo promesas de una gran felicidad verdadera. Sobre todo verdadera.

Mi única arma contra aquel tormento es la guerra. Una lucha sin cuartel contra las memorias de aquellos días. Un exilio total a la personalidad de ella. Un suplicio para mi corazón.

Y sin embargo, a pesar de tanta lamentación y suspiro efímero, me encuentro aquí, a veces con toda la voluntad de la que soy capaz, a veces sin el más mínimo deseo de mover un dedo. Creo que así es esta etapa. Todo por culpa de la soledad, del aislamiento.

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